Despertemos

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El año pasado, en operaciones del «día a día», la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) sometió a la Justicia a 477 menores de edad que fueron arrestados mientras se involucraban en trasiego, venta y consumo de drogas.

El dato es revelador por dos razones. Lo primero es que confirma que los traficantes de drogas están prefiriendo reclutar a menores para sus negocios y en muchos casos se les induce al consumo para convertirlos en pieza de un mercado de cuyas garras muchos no se liberan jamás.

Lo segundo es para preocuparse, porque el número de sometidos debe ser una proporción insignificante del número de menores perdidos en este tipo de delito.

Hay testimonios de sicólogos y siquiatras en el sentido de que cada vez es mayor el número de casos de adicción que llegan a sus consultorios.

Y el hecho de que crece cada día el número de menores involucrados en horrendos crímenes y delitos es indicador de que el narcotráfico sigue ganando terreno en ese segmento poblacional.

Hay testimonios de especialistas que indican que muchos de los casos que han debido atender corresponden a jóvenes con daños irreversibles por causa de consumo de drogas.

Entidades de rehabilitación de adictos han confirmado que han debido atender casos de niños y niñas de hasta ocho años de edad. Y otros muchos de estos muchachos no van a ninguna parte y se quedan en los hogares sin posibilidades de rehabilitarse y volver a ser útiles.

-II-

Se sabe que el tráfico mayorista de drogas paga en especie una parte de los servicios de sus intermediarios locales.

Eso explica por qué se han multiplicado los puntos de venta de drogas, pues los intermediarios procuran convertir en dinero la droga que les ha tocado como paga.

Los frecuentes enfrentamientos entre pandillas tienen que ver con la competencia que se ha creado  en el mercado de las drogas, lo que provoca rivalidades por las zonas de dominio.

Pero la modalidad del pago en especie no es exclusiva del gran tráfico. Se sabe que los distribuidores locales también pagan en especie a los minoristas y que, además, inician en el vicio a escolares para convertirlos en consumidores.

Muchos muchachos ganan dinero y dosis de drogas sirviendo de mulas que llevan encargos a distribuidores y consumidores importantes. Las víctimas de esta práctica pasan a ser una especie de «propiedad» de quienes les facilitan las primeras dosis. Hay un requisito de fidelidad hacia el suplidor que generalmente se rubrica con amenazas y crea ataduras difíciles de quebrar.

También se sabe que el narcotráfico «fabrica» sus propias fuerzas de choque entrenando en las artes del homicidio y el ajuste de cuentas a mozalbetes que, primero, han convertido en consumidores.

Las drogas están echando a perder mucha vida joven y no se ve ni se siente que las autoridades estén haciendo la labor preventiva que corresponde a semejante situación. Los arrestos y sometimientos de menores obedecen a hechos consumados. Una buena campaña de prevención libraría a muchos jóvenes de la cárcel, del vicio y de la muerte. Despertemos.

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