Despertemos

Despertemos

La noción de continuidad del Estado parece perder sus méritos cuando se trata de encarar como corresponde los problemas derivados de nuestra  vecindad con Haití.

  No parece inmutarnos el hecho mismo de que la inmigración furtiva de haitianos es cada vez más numerosa e influyente en nuestro territorio y que ha estimulado la creación de verdaderas mafias con complicidades de lado y lado de la frontera.

La contratación de haitianos para labores  como construcción y agricultura se ejerce de manera libérrima y no parece que exista interés por establecer controles rigurosos para evitar el reclutamiento de gente indocumentada o que no ha llenado los requisitos migratorios corrientes.

En estos días ha motivado reacciones diversas un informe del Banco Mundial que afirma que un 45% de los trabajadores dominicanos de las zonas urbanas labora de manera informal, sin contratos.

La economía informal se nutre de gente en estas condiciones y es cada vez mayor el número de haitianos que se inserta en la economía informal dominicana, sin que ello preocupe a nuestras autoridades.

Esa informalidad no solo se da con los braceros contratados para la construcción y la agricultura, sino también en  los abundantes casos de autogestión protagonizados por inmigrantes haitianos que se dedican a la venta ambulante de alimentos o se establecen en tarantines en las aceras para vender mercancía variada.

No solo no parece existir ninguna política oficial para regular y dar seguimiento a estas ocurrencias, sino que, además, es muy probable que ni siquiera tengamos noción del número aproximado de haitianos insertados, legal o furtivamente, en la economía informal.

 II

Es preocupante que cada Gobierno ha adoptado políticas diferentes frente al problema de la inmigración haitiana.

Ha habido discontinuidad  en el tratamiento de estos asuntos y ni siquiera el extinto presidente Joaquín Balaguer, que gobernó varios períodos, mantuvo continuidad en la política hacia Haití.

El actual Gobierno ha dicho que dará continuidad a la política que estableciera el Presidente Leonel Fernández en su primera gestión, y sería bueno estimular el mismo interés del lado haitiano para hacerle frente de manera conjunta a los problemas comunes.

Es necesario poner a trabajar a la comisión bilateral en asuntos puntuales, como la definición de un tratamiento migratorio diferenciado, con regulaciones en materia laboral.

Hay que tratar de lograr que el Estado dominicano maneje con criterio de continuidad el caso de nuestras relaciones con Haití y que se ponga fin a las intermitencias y la dispersión en el modo de afrontar estos asuntos.

La migración furtiva de haitianos es un problema que se agrava más cada día y estimula la existencia de redes de tráfico humano cada vez más ambiciosas.

Hemos visto que cada vez  son más frecuentes los casos de personas secuestradas en territorio dominicano y trasladadas a Haití.

Las contrataciones de mano de obra deben estar sujetas a reglas más rigurosas y que fijen  sanciones para las partes que las violenten.

Tenemos que ocuparnos de la cada vez más influyente participación haitiana en nuestra economía informal, darle seguimiento a los flujos de capitales y, en fin, despertar del letargo.

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