Despidiendo a  Sábato

 Despidiendo a  Sábato

A propósito del todavía reciente  fallecimiento de Ernesto Sábato, definido por importantes periódicos Iberoamericanos como Clásico de las Letras Contemporáneas, Ultimo Escritor con Mayúscula de la Argentina  y Pesimista Comprometido; he recordado  la lejana adolescencia en que mi madre me leyó pausadamente Sobre Héroes y Tumbas, la segunda de las tres novelas, que con un lapso de 13 años entre una y otra escribiera el también autor de El Túnel y Abaddon el Exterminador.

La lectura de aquel libro que me regalara el novelista Manuel Mora Serrano,  me produjo una mezcla de fascinación y espanto glacial.

Esta novela es una exploración aguda y descarnada de los aspectos siniestros y sórdidos de la condición humana  que alcanza grado de paroxismo en la penúltima de las cinco partes en que se divide la narración; la que se titula Informe Sobre Ciegos, en que un personaje desequilibrado y acosado por la paranoia, pergeña una lóbrega  tesis en que los invidentes son seres ominosos y malignos, que pertenecen a una logia o secta secreta que trama una conspiración subterránea para dominar el mundo. 

Este informe sobre ciegos, que en mi juventud me llenó de indignación hacia el admirado Sábato,  por el estigma e ignominia que entendía arrojaba sobre los millones de personas que vivimos con ceguera, también me abrumó de pavor y sordo malestar por las escalofriantes escenas de  pesadillas en que un pájaro terrible perfora una y otra vez los ojos del protagonista o un escatológico infierno cuyo castillo consiste en que los condenados devoren eternamente  los excrementos de sus prójimos.

Años más tarde he comprendido este tenebroso texto de Sábato como una alegoría ciertamente excesiva   de la abyección y la miseria humana, tema que me parece obsesionó hasta el tormento al gran pesimista que se ilusionó y decepcionó sucesivamente  del comunismo, de la ciencia y del progreso tecnológico; albergando, eso sí, una pertinaz esperanza en el humanismo y la superación de la barbarie.

En su primera novela El Túnel, que leí luego de Sobre Héroes y tumbas, el autor da vida a otro personaje obsesivo y alucinado, el pintor Juan Pablo Castel, quien ama desesperada y enfermizamente a una mujer que al final aniquila. También El Túnel  nos sumerge  en un ambiente angustiante y opresivo, en que un hombre movido por los celos y las dudas se debate entre fantasmas y demonios, esa búsqueda en las regiones sórdidas y siniestras del corazón humano que llevaron a Edgar Allan Poe al delirio tremens y a Arthur Rimbaud    a la abjuración de su vocación literaria, Sábato las soportó con estoicismo, y puede decirse que la transmutó en un ejercicio de combate a las degradaciones e ignominias que él entendió afectaban a la sociedad y al individuo de su tiempo.

Es así como lo encontramos atacando la exaltación fetichista de la ciencia, la demagogia y manipulación de Juan Domingo Perón en su texto La Otra Cara del Peronismo, en que señala críticamente los vicios y deformaciones del gobierno de este  caudillo providencial, sin dejar de reivindicar la figura de Eva Duarte.

Su irreductible lucidez crítica y autocrítica  lo condujo a denunciar en 1979 el golpe militar que tres años antes había considerado una solución ante el caos político reinante en  la Argentina de entonces.  

Ya concluida la feroz dictadura militar, autora de la fatídica guerra sucia que torturó y masacró a miles de personas, sobre todo jóvenes; encabezó por encomienda del presidente Raúl Alfonsín el Consejo Nacional de Desaparición de Personas   (CONADEP) organismo que investigó a fondo las atrocidades perpetradas por el régimen militar, las cuales divulgó en el estremecedor informe denominado Nunca Más, también llamado Informe Sábato.

El referido informe Sábato, en que se narran y describen las acciones y procedimientos infernales instaurados por la tiranía; sirvió para iniciar los enjuiciamientos y condena de los generales, asesinos, torturadores y secuestradores de niños.

Su vigorosa y sobrecogedora literatura , su sensibilidad artística  que expresó también en la pintura, su resuelta vocación humanista, inspirada por cierto por el magisterio de nuestro gran Pedro Henríquez Ureña, su lúcido y militante sentido crítico y su compromiso irrenunciable con los derechos  humano y la verdad, perfilan a Ernesto Sábato como una figura Iberoamericana de talla universal, cuya muerte apenas dos meses antes de cumplir sus 100  años es un acontecimiento que como lo escribió Felix Grande en el periódico El País “No fue una sorpresa pero si una desgracia”              

Pie

Ernesto Sábato

Publicaciones Relacionadas

Más leídas