Desprecio oficial al mantenimiento

Desprecio oficial al mantenimiento

Cada día se hace más evidente el descuido oficial para el cuido y preservación de las obras públicas por el escaso mantenimiento que se les da, lo cual ya provoca quejas continuas de la opinión pública y de la ciudadanía, cuando las obras se están deteriorando a ojos vista.

Ha sido una tradición de los gobiernos post dictadura, que para el mantenimiento de obras nunca hay recursos, ya que los políticos, disfrutando del poder, consideran más rentable y saludable para sus futuros económicos buscar a sus contratistas favoritos para otorgarle las obras por el sistema del grado a grado.

Cuando ocurre el descuido de las obras, surgen las protestas de la ciudadanía por la falta de mantenimiento, cosa que es normal en las carreteras, acueductos, plantas de tratamiento de aguas negras, escuelas, hospitales y demás edificios públicos.

Ahora el dispendio es mayor en la rehabilitación de las obras, con mayores beneficios para los contratistas y sus padrinos. De esa manera ya se olvidaron del mantenimiento de las obras, que son más importantes para el servicio a la comunidad, que las remodeladas, que por lo general es para satisfacer el ego de algún funcionario mostrándose como mecenas.

El descuido a las obras públicas es evidente particularmente en las carreteras, calles y plantas de tratamiento de aguas negras. En estas últimas el efluente cloacal de las ciudades que circula por el alcantarillado va a parar directamente a los ríos o al mar sin ningún tipo de tratamiento, ya que desde hace tiempo, las plantas, construidas su mayoría en la década del 1970, dejaron de funcionar porque pocas veces se les dio mantenimiento.

Con el mantenimiento de las carreteras ocurre algo similar, y aparte de la limpieza continua de maleza y yerba de la carretera Duarte, es poco lo que se le proporciona a la vía. Solo con excepción de la atención que se le pone a los derrumbes en La Cumbre que ya son usuales en donde Obras Públicas cree, como en Casabito, de que con una masiva presencia de equipos, moviendo tierras y piedras es que van a parar los derrumbes por el tránsito imparable de las aguas de los arroyos y ríos de la zona.

No hay una voluntad política para una acción de protección de las obras públicas. Coyunturalmente es que se emprenden acciones de mantenimiento como ocurre ahora con el puente Juan Bosch en el centenario del nacimiento del líder político, es que se dan cuenta que las barandillas del puente se caen a pedazos cotidianamente. Igual ocurre con el puente Hermanos Patiño, en Santiago, y otros más de estructura metálica dispersos por todo el país, como las penurias que atraviesa el puente Sánchez de la prolongación de la Padre Castellanos hacia Los Mina.

Si se estableciera un plan de mantenimiento de obras, de manera responsable y continua, le resultaría muy beneficioso para el PLD en sus estrategias para las elecciones del 2010. Ese plan mantendría en todo el país un sector muy ocupado y generando demanda de bienes y servicios. Entonces el escaso dinero que le llega al fisco se multiplicaría, amortiguando los rigores de la crisis económica y el descontento social que nos afecta.

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