Jesús González Ozuna, de 54 años, es la tercera víctima en apenas dos semanas de los asaltantes motorizados, que lo persiguieron luego de salir de una sucursal bancaria, le dieron cuatro balazos y le arrebataron –ya cadáver– una mochila que presumían llena de dinero. ¿Y saben lo peor? Que esa no será la última víctima, que habrá muchas mas, pues las autoridades no parecen estar dispuestas a hacer lo que hay que hacer, empezando por lo mas simple, para detener esos crímenes; identificar a los usuarios de motores –motoconchistas, mensajeros, deliverys, etc– para saber en qué anda cada quien, hasta la mas difícil, pues los políticos temen que les tumbe votos: prohibir que los utilicen dos personas. Ya sé que me dirán que eso es imposible en un país donde mas de un millón de personas vive del motoconcho, pero para eso es, precisamente, que se les debe identificar de manera visible con chalecos o cualquier otra modalidad; además de que todo el mundo sabe, incluidas las autoridades, que las motores que se utilizan para motoconchar no tienen la potencia, ni la rapidez y capacidad de desplazamiento de las que utilizan los delincuentes para sus fechorías. Cierto es que la Policía ha actuado con prontitud y eficiencia al apresar a los presuntos asesinos de un segundo teniente de la Policía el 31 de diciembre, y también de los que mataron a una joven maestra embarazada el pasado 10 de enero, y no dudo que muy pronto apresarán también a los asesinos del comerciante González Ozuna. Pero eso no es suficiente y a lo mejor ni siquiera sirve de consuelo, pues no nos devolverá esas vidas ni lo que significaron para sus familias. Hay que recordarle a las autoridades, a los que gobiernan, que la inseguridad en la que vivimos, el miedo a que seamos nosotros, o alguien de nuestra familia o nuestros afectos, la próxima víctima de la delincuencia, puede también expresarse en las urnas para castigar a los que no han sabido protegernos de sus desmanes.