Después de la antesala de la Era

Después de la antesala de la Era

LEANDRO GUZMÁN
El escritor dominicano Fernando Infante publicó recientemente un interesante artículo que mueve a reflexión y que debería ser leído por todos aquellos interesados en la historia dominicana. «Antesala de la Era de Trujillo» (HOY, 27/04) es, si así puede ser considerado, una síntesis de lo que ocurrió antes del 16 de agosto de 1930, cuando Trujillo asumió el Poder tras elecciones amañadas, pero además de lo que luego sucedió gracias a la actitud lacayuna de muchos intelectuales dominicanos que auparon, con discurso, artículos periodísticos y acciones personales, al hombre que durante 31 años habría de convertirse en el dictador supremo de la República Dominicana.

Con su depurado estilo, Infante hace una relación de hechos sucedidos como «antesala» de la famosa Era, desde el primer crimen trascendente conocido que segó la vida de Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada, continuando con la emboscada que puso fin al general Cipriano Bencosme en las lomas de El Mogote, los exilios de opositores que luego se convirtieron en una rutina, hasta concluir con los homenajes y todo tipo de pleitesía que no tenían otro fin que complacer el ego vanidoso del Dictador.

Haremos «omisión de las omisiones», pues el articulista, quizás por la brevedad del espacio de que dispuso, no se refirió a otros crímenes cometidos con anterioridad a la llegada de Trujillo al Poder, como por ejemplo las terribles agresiones a la oposición durante la campaña electoral, a cargo de la banda llamada «La 42» dirigida por el tristemente célebre Miguel Angel Paulino, destituido como oficial por el general Horacio Vásquez por ser culpable de un crimen, pero a quien Trujillo mantuvo con su rango para utilizarlo para sus propios fines.

La parte fundamental del artículo de Infante es el mensaje que deja, que no es otro que aquel que nos pone a pensar en lo pernicioso que es, para el futuro de un eventual gobierno democrático, la existencia de alabarderos que siempre pululan alrededor de los Presidentes, susurrándoles al oído lo que ellos desean escuchar, pues el Poder parece que los trastorna y, de tanto repetirse, sugerencias negativas o recomendaciones infames se convierten en realidad a través de decisiones no siempre favorables al pueblo que dirigen.

Ese fue el caso del general Horacio Vásquez, quien a pasar de estar consciente de que no podía reelegirse, pues la Constitución se lo prohibía, se llevó de recomendaciones oportunistas de quienes eran integrantes del famoso «anillo palaciego», que siempre ha existido, buscó la reelección que a la vez fue el detonante del llamado «Movimiento Cívico» del 23 de febrero de 1930, génesis de la Era de Trujillo.

Tras lo conocido como «antesala de la Era de Trujillo», consideramos útil poner atención a lo que ha ocurrido después, negras etapas que lesionaron la democracia por el pueblo perseguida, que debió estar caracterizada por la Justicia legal, pero también de Justicia social, ambas acompañadas de una mejor distribución de la riqueza a favor de los dominicanos menos pudientes.

La verdad es que después del ajusticiamiento del Dictador -otra palabra sería acomodaticia- son muchos los Presidentes que han tenido su corte de aduladores, cuyos miembros les han hecho cometer tremendos errores, haciéndoles perder la perspectiva de la realidad que les rodea. ¿Cuál ha sido el resultado? Sencillamente, que esos delegados del pueblo, que fueron escogidos para defenderlo, de repente se llevaron de los cantos de sirena y olvidaron sus promesas, aparentemente viables y que en su momento agradaron los oídos de los votantes, pero que al final se convirtieron en una verdadera frustración.

Es realmente penoso que tal frustración se refleje en una generación de gente que luchó con verdadero espíritu patriótico, pues aparte de que crea profundas desilusiones, se transmite a nuevos descendientes que deberían, si se llevan del ejemplo y estudian nuestra Historia, ser los relevos de quienes siempre han considerado que la Patria «es ara, y no pedestal».

En cuanto a la responsabilidad histórica de los aduladores, quienes medran para lograr beneficios de quienes ejercen el Poder, hay que decir que algún día ellos tendrán que explicar a sus hijos y nietos por qué se plegaron y asumieron esas actitudes de lacayos, para su propia vergüenza.

Hay quienes podrían considerar que en estos tiempos globalizados, para lograr ciertos beneficios políticos es necesario rebajarse con las adulaciones, olvidándose de la dignidad, término al parecer sin sentido para muchos que consideran especímenes prehistóricos a aquellos que simplemente plantean las cosas con franqueza, que han sido coherentes con su lucha a favor de mejores causas, para que quienes tienen el poder de las decisiones actúen con justicia y en beneficio de todos, dentro de un marco de decencia y de humildad.

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