Destacamento PN es peligro público

Destacamento PN es peligro público

POR M. ARISTY CAPITAN
VICENTE NOBLE.- Con un inmueble que podría desplomarse en cualquier instante, la inseguridad es más latente cuando se está dentro del cuartel policial de este municipio.

A pesar de la compañía de los oficiales, quienes prefieren callar y no quejarse, es angustiante pasar algunos minutos dentro de la dotación, pues con el insoportable calor que hace adentro, cualquiera pierde la paciencia.

De nada valen los agujeros que salpican las planchas de zinc ni los trozos de madera que  han caído de las paredes como si quisieran reclamar ante el evidente abandono en el que está sumido el lugar.

Pero es que a pocos debe importarles la suerte que corren las doce personas que suelen estar aquí:  seis agentes de la Policía, tres del Servicio Secreto y 3 oficiales contra robos que se encargan de velar por la seguridad de los 12,000 habitantes del pueblo.

CONOCIENDO EL CUARTEL

Alquilada, la pequeña casa de madera en la que funciona el cuartel cuenta con un espacio en el que está la  “oficina” donde se reciben las querellas y los presos.

Con un viejo escritorio, un banco carcomido, un teléfono y un par de sillas, a éste le suceden una habitación y la cocina.

Respecto a la diminuta habitación que acoge a los oficiales, en ella hay dos oxidados camarotes de hierro -que sólo aportan tres camas, puesto que una de las de abajo está rota-, un desgastado baúl y un palo del que pende la ropa mal colgada.

También pueden verse algunos zapatos y enseres rodando por las esquinas, lo que evidencia la falta de un armario para guardar las cosas. Pero si la falta de espacio representa un problema, lo peor llega cuando el rocío de la mañana decide colarse por el techo y la humedad se torna insoportable.

¿Qué pasa cuando llueve? A los policías no les queda más que rezar.

Pasando a la cocina, allí llama la atención la insalubridad que abraza a las paredes de madera carcomida y a la  mesa sobre la que descansa una estufa de cuatro hornillas.

Como utensilios, un viejo guayo oxidado, un sucio colador y dos calderos ennegrecidos.

Dejando atrás la cocina y sorprendido ante la pared de blocks que está frente a ella, el visitante descubre la “gran”  habitación del comandante, donde las condiciones están un poco mejor: es un cuarto de cemento que está ubicado en el patio y en el que hay otro camarote oxidado, otro viejo baúl y un abanico.

Junto a esta habitación hay otro cuarto en el que han guardado algunas fundas de cemento con las que, en cuanto consigan los demás materiales que les faltan, construirán otro cuartel en un solar que tienen dispuesto para ello.

Poco más allá está la peor parte del cuartel: las dos celdas que, afortunadamente, no suelen estar llenas porque los presos son trasladados a Tamayo o a Barahona.

Al entrar en las celdas se descubre por qué nadie puede estar mucho tiempo dentro de ellas: son dos pequeñísimos cuartos de cemento en los que el olor a orines ahoga en cuestión de segundos.

De no ser por la peste, estar en este lugar no sería tan dramático puesto que gracias a las filtraciones y la humedad representa el espacio más fresco del cuartel.

Es por eso que el pequeño perrito que sirve de mascota a los oficiales ha decidido estar “preso” y no andar libremente por el cuartel.

Así, al menos, puede descansar en un lugar donde circula un poco de aire.

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