Destapemos los bultos

Destapemos los bultos

El centro de la Navidad es, obviamente, el nacimiento del niño Jesús. Esa peripecia natal, ocurrida en Belén hace dos mil años, todavía crea polémicas en el sitio donde tuvo lugar el alumbramiento del hijo de María. ¿Nació en la cueva? ¿O en el pesebre? ¿Vino al mundo oculto en la gruta y después fue llevado al establo? ¿No es chocante que el Cristo de Dios nazca en condiciones tan precarias? Los religiosos que se disputan el control del lugar, ortodoxos y católicos, explican varias historias divergentes, aunque todas dirigidas a la adoración del recién nacido. La iglesia de la Natividad es, como todos saben, una verdadera fortaleza militar.

En esta famosa iglesia, defendida durante las cruzadas, también se encuentra la celda donde San Jerónimo tradujo la Biblia al latín. De su traducción, llamada Vulgata, las sagradas escrituras fueron vertidas a todas las lenguas modernas. Se dice que San Jerónimo afirmaba: “de las amargas semillas de la literatura he cosechado dulces frutos”. Tuvo que trabajar con tres idiomas para traducir ambos testamentos: hebreo, griego, latín. No todos los escritores logran cosechar “dulces frutos de las amargas semillas de la literatura”. Lo más frecuente es que la amargura de esas semillas alcance las frutas y contamine al propio escritor. He conocido un buen número de amargados hombres de letras.

La proximidad de la Nochebuena nos hace pensar en el nacimiento y la muerte de Cristo, en la zarandeada vida de algunos intelectuales que no tuvieron la suerte de San Jerónimo. Tal vez el secreto del santo consista en la dedicación completa a su tarea de traductor e intérprete de las escrituras. ¿Los frutos dulces, procederán del trabajo bien hecho? ¿La satisfacción personal, es más importante que la amargura de las semillas?

Un sabroso aguinaldo dice muy claro: “allá dentro vemos… un bulto tapao; no sé si será… un lecho asao”. Toda Navidad, además de los deseos de justicia y piedad, incluye un puerco asado. La tradición religiosa es, al mismo tiempo, una tradición culinaria. Nada tendría de raro que, al destapar el lechón, se destape también el misterio de los escritores contentos: aquellos que no se dejan atrapar por el sabor ingrato de las semillas literarias.

 

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