Destino nacional

Destino nacional

Una seria reflexión filosófica hace obligatorio formularnos una serie de interrogantes: ¿Quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿en dónde estamos? ¿Hacia dónde nos conducen? Somos un arcoíris de gente esperanzada en un mejor futuro.

Juan Bosch en su valiosa obra De Cristóbal Colón a Fidel Castro nos dice: “Lo que cada pueblo puede dar de sí, económica, política, culturalmente, viene determinado por lo que ha recibido en el pasado, por la calidad de las fuerzas que lo han conformado e integrado… La historia del Caribe es la historia de las luchas de los imperios contra los pueblos de la región para arrebatarles sus ricas tierras; es también la historia de las luchas de los imperios, unos contra otros, para arrebatarse porciones de lo que cada uno de ellos había conquistado; y es por último la historia de los pueblos del Caribe para liberarse de sus amos imperiales.

Si no se estudia la historia del Caribe a partir de este criterio no será fácil comprender por qué ese mar americano ha tenido y tiene tanta importancia en el juego de la política mundial; por qué en esa región no ha habido paz durante siglos y por qué no va a haberla mientras no desaparezcan las condiciones que han provocado el desasosiego. En suma, si no vemos su historia como resultado de esas luchas no será posible comprender cuales son las razones de lo que ha sucedido en el Caribe desde los días de Colón hasta los de Fidel Castro, ni será posible prever lo que va a suceder allí en los años por venir”.

Las ideas que llevaron al pueblo francés a la toma de la Bastilla el 14 de julio 1789 se sintetizan en una consigna de tres palabras: Libertad, Fraternidad e Igualdad. Esos principios se extendieron más allá de la frontera gala hasta convertirse en derechos universales. Estamos inmersos en la era de la informática, en un mundo unipolar, en una aldea globalizada, transitando por la rápida autopista de Internet, sin embargo, arrastramos el pesado fardo de la pobreza con todos los males sociales que de ella se derivan.

Por siglos hemos sido conducido cual ganado que se lleva al matadero. Desde el inicio de la república hemos carecido de una agenda consensuada para el desarrollo nacional. Prestos hemos estado para servir a los amos de ultramar y con doblez cervical a los mandamás del patio. A los males del pasado se les agregan en el presente otras desdichas peores, convirtiéndose ello en lo del cuento de nunca acabar. Si bien es cierto que Dios aprieta pero no ahorca, no menos cierto es que el diablo sí ahorca de verdad. Patrice Leconte en su película Ridicule de 1996, ambientada en el año 1783 nos describe aquel ingeniero que solicitaba al Rey recursos financieros para secar una ciénaga cuyos mosquitos diezmaban a centenares de campesinos. Hubo oído sordo. Al final, en la realidad, el rey Luis XVI, la reina María Antonieta y el mismo Dantón terminaron todos siendo guillotinados. Con razón decía la abuela que hasta el buey manso mató a su amo.

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