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Degeneración moral y ética

Cuando los ciudadanos de cualquier país en el mundo pierden la fe y la confianza en sus instituciones encargadas de velar por su protección, entonces surge una falta de respeto general,  e impera eso que se conoce popularmente de “vivir como chivos sin ley”.

Algo así está sucediendo en nuestro país, donde cada día que pasa nuevos escándalos de alto relieve  involucran a miembros de nuestras instituciones castrenses, quienes están obligados a mantener comportamientos ejemplares que sirvan de referencia a todos los ciudadanos, sobre todo a la juventud  tan necesitada de patrones de buenas conductas.

Desgraciadamente, el descrédito ha tocado a muchos militares, quienes han dejado a un lado sus juramentos de servir a la patria con honor,  prefiriendo el dinero con olor a muerte, proveniente del narcotráfico o de otras fuentes igual de oscuras y bochornosas, como del ya famoso allanamiento realizado por miembros de diferentes rangos de la Policía Nacional, en una villa de Sosúa, donde supuestamente sustrajeron dos cajas fuertes que contenían alrededor de unos 60 millones de pesos, joyas y otros objetos de valor.

Desde tiempos atrás, siempre hubo rumores acerca de militares corruptos, pero nunca como en los últimos años, que es cuando un mayor número descaradamente se han involucrado en actos delictivos de suma gravedad.

La diferencia es que antes la gente tenía miedo de hablar de estos temas por temor a represalias. Incluso los medios de comunicación no los abordaban profundamente, posiblemente, por las mismas causas.

 Ahora, para la opinión pública, las vacas sagradas son escasas.

La degeneración moral y ética de miembros de la milicia podría entenderse en cuanto a la corrupción en altas esfera, en  las diversas áreas de nuestra sociedad, que en diversos momentos de nuestra historia reciente tampoco se han comportado debidamente, y sin ningún tipo de escrúpulos, lo que normalmente marcan a la gente que no es honrada ni decente.

Habría que preguntarse quiénes han dado luz verde a tanta delincuencia que de manera burda ha penetrado no sólo los muros militares, sino las barreras de toda nuestra sociedad.

En el caso de la Policía Nacional,  los ciudadanos e incluso importantes representantes de la Iglesia Católica, como monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio,  estiman necesaria la renovación y purificación de esa  institución que con razón se encuentra en ojo del huracán.

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