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Una buena lección para los gobernantes

Los brasileños le están dando una  lección a su actual gobernante, Dilma Rousseff, al manifestarse  masivamente en contra del alza de varios servicios públicos, entre ellos el transporte, mientras se gastan millones en celebraciones deportivas internacionales.

Los brasileños, quienes aman el fútbol con locura, un deporte dentro del cual sus jugadores  están catalogados  como excelentes, atesoran cuatro Copas del Mundo, sus jugadores estrellas  se los disputan los clubes internacionales más afamados, sin embargo, no están dispuestos a pagar de sus bolsillos gastos a los que Brasil tendrá que enfrentar por concepto de las celebraciones de   la Copa de  Confederaciones, el Mundial de Fútbol,  amén de otras próximas actividades como los Juegos Olímpicos.

No están dispuestos, los brasileños, con toda razón, de que le monten circos deportivos a costa de sus bolsillos, reclamando mayores recursos para la educación nacional,  mejorar la salud, a través de la sanidad pública y no aumentar los servicios básicos como el transporte público.

La presidenta brasileña está, aunque lo disimule, en un gran aprieto que incluso podría hacerla saltar del puesto, en el caso de que esas manifestaciones sigan  convulsionando  gran parte de Brasil.

Las manifestaciones han llegado a ser violentas, ya han muerto dos personas.

 Los brasileños están muy disgustados, no quieren aceptar más  aumentos en los costos de servicios básicos, pues no les interesa  que el dinero recaudado sea destinado a utilizarlo en asuntos que en nada contribuirán a mejorar el índice de necesidades que cotidianamente deben enfrentar.

Es posible, que tanto el pasado gobierno de Lula Da Silva y el actual bajaran el índice de pobreza, pero Brasil es enorme, las carencias continúan y lo peor de todo es que funcionarios de Lula como de Rousseff,  los brasileños les han acusado de algunos actos de corrupción.

La presidenta de Brasil tendrá que hilar muy fino, en cuanto a las manifestaciones en su país.

 Si la Rousseff, se descuida, y no toma las medidas justas y necesarias que convenzan a los brasileños, podría llevarse un gran susto.

Estas manifestaciones son lecciones que los pueblos, de vez en cuando, les dan a sus gobernantes, que muchas veces tienen la idea errada de que los ciudadanos son estúpidos y prefieren que les monten circos, en lugar de buscar soluciones a los problemas económicos, sociales, de salud y educación que les afectan muy de cerca.

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