En una ocasión el emperador francés Napoleón, estando en lo más alto de su gloria, le dijo furioso al cardenal Consalvi: “Voy a destruir tu Iglesia”.
El cardenal católico le contestó: “¡No, no podrá” . Entonces, Napoleón furioso volvió a repetirle: “Voy a destruir tu Iglesia”. El cardenal se mantuvo firme y le volvió a contestar: “¡No, no podrás, porque ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo! Si miles de ministros infieles y de fieles pecadores no han podido destruirla desde su interior ¿cómo cree usted que lo va a poder hacer desde afuera”.
Cuánta razón hay en esta anécdota, pues a lo largo de sus dos milenios de historia, la Iglesia católica sigue en pie, pese a algunos dudosos comportamientos de religiosos, reñidos con la moral cristiana.
La Iglesia católica cuenta alrededor del mundo con 1,200 millones de feligreses quienes inteligentemente han entendido que la fe en Jesucristo, los fundamentos de su religión están muy por encima de la conducta de unos hombres y mujeres ordenados sacerdotes, monjas, obispos, cardenales y papas distanciados del camino correcto.
Es cierto que los feligreses sufren y se indignan cuando uno de sus religiosos comete actos contrarios a las leyes divinas predicadas por Jesucristo y que son preceptos básicos del catolicismo, pero, entienden que “de todo hay en la viña del Señor”, también repleta de religiosos puros que siguen y fomentan la doctrina de la Iglesia no sólo en lo espiritual, sino a través de obras sociales como la educación, cuidado de enfermos de sida, leprosos, ancianos, niños huérfanos, repartos de comida a través de Cáritas, que finalmente inclinan la balanza a favor de los justos.
La Iglesia católica ha pasado épocas muy oscuras como la inquisición. En el siglo pasado se ordenaron muchos sacerdotes que eran comunistas, con intenciones de dinamitar internamente la Iglesia, amén de los homosexuales, pederastas, lesbianas.
Pese a tantas tribulaciones la Iglesia sigue presente.
Todo esto es para decir, de manera simple, sencilla, que los pleitos del padre Rogelio con sus superiores de orden religiosa no dañarán a la Iglesia católica, a la que le hizo un voto de obediencia y humildad, que nunca él debe olvidar, aunque decida seguir con su lucha reivindicativa, por amor a Dios, a quien le ha servido toda su vida, no debe contribuir a dar una imagen “horrible”, del sacerdocio dominicano. Queridos lectores nos reencontramos el martes próximo.
m