La Navidad es un periodo del año mágico, encantador, que recién acaba de finalizar, y las personas nuevamente tienen que adaptarse a la rutina diaria, olvidarse, por un tiempo, de las luces brillantes, los adornos alegóricos, los villancicos, las constantes comelonas, y lo más importantes de todo, las reuniones familiares que se convierten en el toque emotivo, especial de las fiestas, los momentos nostálgicos llenos de recuerdos vividos que transportan a un pasado que puede ser feliz, o no, por la ausencia de seres queridos.
El bullicio, la alegría callejera, quedó atrás. Ahora, con la vuelta de los niños al colegio, nuevamente el escenario del tránsito se vuelve caótico y estresante, hace perder los nervios a los conductores que se desplazan a los diferentes centros educativos y a sus trabajos. La cortesía, la educación y la tolerancia navideña se guardan hasta las próximas Navidades, que, en cierta forma, en nuestro país no están tan lejos, unos diez meses, pues se inician prácticamente en octubre, cuando ya escuchamos en todos los centros comerciales, restaurantes, canciones navideñas, amén de la venta y exhibición de adornos alegóricos a estas fiestas. Como el tiempo transcurre tan rápido, muchas personas optan por no desmontar su árbol de Navidad, simplemente, lo cubren con una sábana, mantel o cualquier cosa que les proteja del polvo, y permanezca intacto.
Para muchos, los inicios de año pueden resultar esperanzadores en diferentes aspectos de la vida, pues se hacen planes diversos, que en la mayoría de los casos se desinflan al poco tiempo, ante la cruda realidad de que viven en un mundo devorador de seres humanos, y que para lograr objetivos hay que ser perseverante en lo que se busca, trabajador, pues es la clave para lograr lo que se desea.
El nuevo año siempre trae consigo una serie de promesas que ya todos conocen de memoria, ponerse a dieta, estudiar inglés y muchas otras que también terminan en el olvido. Es posible que pocos prometan mejorar como seres humanos, ser más tolerantes con aquellos que consideramos diferentes a nosotros en diferentes aspectos, dejar atrás las frivolidades y, sobre todo, crecer espiritualmente, buscar lo divino, que finalmente, es lo único que da paz y tranquilidad.
La Navidad terminó, ahora viene el Día de la Virgen de la Altagracia, el de Duarte, Mella, la Independencia, y San Valentín. En fin, siempre una celebración, un pequeño respiro para continuar con el faenar constante. No hay que olvidar que aunque la vida a veces se torna difícil, siempre será bella.
Les deseo a mis lectores un año 2019 en que disfruten de buena salud.