Detalles apreciables en portones coloniales

Detalles apreciables en portones coloniales

POR SEGUNDO ANTONIO VASQUEZ
En las ruinas del monasterio de San Francisco, situado en la cuesta de San Diego, se aprecian dos portones singulares. El primero era la entrada de la otrora residencia de los padres franciscanos, que actualmente ocupa la oficina de los Jaycees’ 72.

Está catalogado como uno de los más curiosos portones coloniales, al tener un enmarcado único, cuya estructura fue creada por los arquitectos españoles, quienes formaron gruesos bloques de piedra tallada, con la diferencia de que el borde del marco no tiene ángulos porque las rocas están labradas de una manera inclinada, que siguiendo rectas vuelven a torcerse.

En cambio, el tope no remata, debido a que allí, partiendo de la parte superior, se aprecia otro bloque de piedra saliente, el cual debajo tiene un globo del mismo material con doble moldura, y más arriba aparece otro que es rectangular.

Lo curioso es que la parte superior de éste no es curva ni recta, sino que partiendo de ambos bordes laterales inclinados hacia arriba, rematan formando el vértice de un triángulo.

Está incrustado en un muro del mismo material pedrusco, aunque en algunas partes aparecen rellenos de ladrillos.

En lo alto se observa una larga moldura empedrada con el borde enladrillado, pero más abajo aparece una concavidad cuya parte superior es ovalada y en su centro tiene una cruz de piedra sin el Cristo, en cuya cima hay un pedestal en el cual está el busto del Padre Billini.

Otra singularidad es que en el muro central se puede observar, construido también en piedra, un cordón de estilo plateresco franciscano, cuyos laterales se enroscan y cuelgan con un nudo que debajo tiene flecos, pero ambos arriba se unen a otro cordón redondo, que encierra el escudo de esta orden cristiana, cuyas esquinas están cortadas curvadamente.

Allí también se puede observar una altísima escalinata de piedras talladas, con 16 amplios peldaños de medio metro de ancho, los cuales no están completamente rectos sino que comienzan torcidos.

También, el de la entrada al monasterio, es de una majestuosidad estructural admirable, al estar diseñado a la manera europea, el cual se caracteriza por su arco toral apuntado de dos y medio metros de ancho que se abre de forma solemne por una cabecera estructurada en un presbiterio ochavado, siendo uno de los más altos de la Zona Colonial.

En su borde aparece un labrado del mismo material con varias hileras de bloques verticales que sobresalen interrumpidos en el remate por una gruesa moldura desde donde, continuando hacia arriba, forman una curvatura, el cual para adentro tiene un grosor de metro y medio de ancho.

Arriba se aprecian varios bloques de piedras rectangulares que sobresalen de entre unos huecos separados de otros bloques verticales, los cuales tienen un par de sacados en sus medios.

El remate de éstos es una extensa moldura rocosa que sobresaliendo llega hasta el resto de los muros laterales que son del mismo material.

Sin embargo, lo curioso es que es el único portón en cuyos cimientos aparece un bloque de piedra tallada ahuecado en el centro, el cual en la parte de arriba tiene varias molduras donde están montadas un par de columnas arrimadas al muro empedrado.

Las forman varios bloques de rocas, labradas en forma curva, las cuales encajaron unas arriba de las otras, y para unirlas utilizaron arena, cal y agua, masa que al secarse se convierte en piedra; ambas rematan en otro cuerpo rectangular igual que los del cimiento.

Hay además una alta escalinata de piedras talladas, la cual no sube recta debido a que lateralmente tuerce, y tiene doce amplios peldaños de medio metro de ancho.

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