Con la entrada del año nuevo, diversos países han dado por finalizadas las fiestas navideñas, bajando el telón de los escenarios de luces brillantes multicolores, adornos pintorescos, árboles gigantescos alegóricos a la época dejando atrás todo el bullicio, la alegría de los encuentros familiares, de amistades imprescindibles en esta embrujadora época del año, en la que millones de seres humanos disfrutan de manera muy especial unos días diferentes a los cotidianos. En los países cristianos, las celebraciones continúan con la espera de la tradicional festividad de los Santos Reyes, que poco a poco se desploma ante la abrumadora figura de Santa Claus, usada genialmente justo para desviar el verdadero significado de la Natividad del Señor, convencidos que millones de seres humanos no saben ni remotamente que es lo esencial de la celebración, y llenan sus hogares de todos tipos de adornos olvidándose colocar un pequeño Nacimiento, un pesebre alegórico que recuerde lo que realmente se conmemora el día 24, Nochebuena, y el 25 Navidad, pero, en este mundo tan raro, con una humanidad confundida en todos los sentidos, en la que los valores morales de antaño poco se respetan, ni importan todo es igual e incluso la dignidad humana está en vía de extinción. Un liberalismo que llega a lo aberrante, hasta el orgullo personal se doblega frente a situaciones ilógicas que quieren aparentar concordia en escenarios falsos. Todo es válido, si la abundancia económica está presente, las demás cosas, son tonterías. Muchos, como todos los años, hacen los mismos propósitos que finalmente en la mayoría de las veces quedan como buenas intenciones, bajar de peso, ir al gimnasio, aprender algo nuevo, dejar de fumar y beber alcohol en exceso etcétera, sería mejor proponernos ser mejor persona, menos consumistas, solidarios, tolerantes frente a situaciones inevitables y así por el estilo. Iniciamos un nuevo periodo de tiempo en nuestras vidas. Particularmente, doy gracias a Dios, por tantas gracias concedidas a través de mi familia, mis amistades que son muchas y de calidad; por ver un nuevo año con optimismo, con un espíritu fuerte lleno de fe, en la firme creencia de que en el mundo existen muchas más personas buenas, sensibles, solidarias, que aquellas que no lo son.