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Buenas intenciones, pero…

<STRONG>Detalles<BR></STRONG>Buenas intenciones, pero…

No pongo en duda las buenas  intenciones y el sentido de responsabilidad de la directora del Instituto Nacional de Protección de los Derechos del Consumidor, Altagracia Paulino, en cuanto a trabajar a favor de la ciudadanía en asuntos que competen a la entidad que ella dirige, como por ejemplo detectar que las estaciones de GLP no estafen a sus clientes, al igual que las gasolineras, los establecimientos de ventas de productos alimenticios, las envasadoras de agua,  etcétera.

Pero, las buenas intenciones no bastan, y en la gran mayoría de los casos en los que se detectan irregularidades no pasa nada,  todo queda reducido a querer hacer lo correcto,  pues por encima de trabajar y desear que ciertas situaciones cambien, y que los derechos de los consumidores sean respetados debidamente, se interpone una enorme y peligrosa muralla de intereses de los  hacedores de dinero, que no permiten que nadie les imponga reglas que tiendan a bajar sus ganancias excesivas.

En un país como el nuestro, donde la gente ha vivido  durante décadas como los “chivos sin ley”, se hace difícil enfrentarse a los poderosos negociantes, pues tienen poder suficiente para hacer saltar a cualquiera de sus puestos de trabajo. Esta realidad se impone, y a las autoridades sólo les queda “amagar”, pero no se da el golpe final,  pues hay “teclas” que no se pueden tocar, bajo pena de represalias.

Por más que se quiera ir en ayuda de los consumidores, todo queda en lo superficial, pues las barreras son  muy altas. La mayoría de las veces, las medidas a favor del consumidor les son exigidas a pequeños negocios. En el caso de los productos alimenticios, lo que recomienda Pro-Consumidor es que la gente lea las etiquetas que supuestamente informan todo lo relativo al producto que  desea comprar, pero se debe entender que en nuestro país,  principalmente en el campo, hay muchos analfabetos, que ni siquiera se enteran de qué están rellenos los embutidos como el salami, si es de carne de vaca, cerdo, caballo o burro.

En cuanto al vencimiento de los productos, en algunos establecimientos se las arreglan muy bien para que la fecha de caducidad no sea legible o simplemente no figure en las envolturas, incluyendo comidas de bebé, además de alimentos muy delicados, como el queso.

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