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Recientemente un canal de televisión internacional presentó un reportaje en torno a los transexuales, personas que se consideran atrapadas en el cuerpo equivocado y que han decidido cambiar su anatomía sexual.
El trabajo televisivo gira en torno a varias parejas en las que uno de sus miembros ha optado por un cambio de identidad que algunos hombres logran luego de una operación que modifica el pene para convertirlo en una vagina o, en el caso de las mujeres, se extirpan los senos y se implantan una prótesis de pene.
Actualmente varios países apoyan legal y económicamente estos métodos. La unidad de Trastornos de Identidad de Madrid recibe al mes 20 peticiones y en un año y medio han realizado unas 400 operaciones.
En varios países los transexuales pueden optar por cambiar su nombre y su sexo en todos los documentos oficiales, incluso sin llegar a someterse a operación de cambio de sexo.
Hasta este punto todo está bien. Los problemas son otros, como por ejemplo el hecho de que muchos transexuales anteriormente habían contraído matrimonio y procreado hijos, y otros los tienen aunque no se hayan casado. El asunto es que estos hijos están confrontando un fuerte dilema que les ocasiona graves problemas psicológicos, pues repentinamente se han visto involucrados en situaciones que ellos en cierta forma no comprenden y que rechazan.
Los hijos de los transexuales están muy confundidos. Ellos no aceptan los nuevos roles sexuales de sus progenitores, les perturba el hecho de que la que siempre fue su madre, de repente tiene bigotes o lo contrario. Uno de los niños entrevistados, visiblemente turbado, dijo que le gustaba más su madre cuando era mujer, que ahora que se había convertido en hombre. Una joven comentó que para ella fue un golpe muy duro y difícil de aceptar ver a su padre vestido de mujer desempeñando el rol de madre. Se entiende el problema de los transexuales. Es por eso que han recibido apoyo; pero también hay que entender a sus hijos. No se puede actuar de manera egoísta, lo mejor sería la discreción, para no dañar a nadie.
La vida sexual de muchos es una especie de locura que me recuerda las letras de una canción muy simpática que dice: Su mamá, es su papa. Su papá, es su mamá y así por ese estilo. ¡Qué desastre!
