Hace pocos meses, un enfermo que guardaba cama en uno de los más conocidos hospitales de España, fue asesinado aparentemente por alguien que penetró al recinto de salud “como Pedro por su casa”, y logró con facilidad su cometido en un aparente acto de venganza o de ajuste de cuentas.

Un suceso similar acaba de suceder en Puerto Rico, donde balearon a un hombre recluido en un importante hospital luego que éste participara en una trifulca donde murió un joven.

La gente imagina que este tipo de acto criminal ocurre solamente en las películas de gángsters, de mafiosos, pero jamás en la vida real, y mucho menos en centros de salud de países del primer mundo como España, y en el mismo Puerto Rico, un estado libre, asociado a  Estados Unidos, que es la  potencia del mundo.

Una se pregunta, ¿cuál es la seguridad que ofrecen los hospitales?, lugares donde aparentemente cualquiera puede darse el lujo, no sólo de entrar a las habitaciones de los pacientes recluidos, sino también de matarlos, lo que significa que los recintos de salud son muy vulnerables y permiten, a cualquiera que se lo proponga, llevar a cabo veinte mil diabluras como manipular los equipos médicos y medicamentos que son usados en los pacientes internos, algo muy preocupante, que deja al descubierto la poca eficacia de los encargados de velar por los ingresados en hospitales públicos y privados, la poca protección para aquellos que tienen alto riesgo de sufrir ataques que terminen con sus vidas. No sólo entran a matar en los hospitales y clínicas con una frialdad única, sino que también se están dando casos en que muchos ladrones entran como si nada a las habitaciones de pacientes a robar pertenencias del enfermo, surgiendo el dilema de si las puertas de las habitaciones deben estar cerradas por dentro, y que sólo el personal médico tenga llave para abrirlas en momentos en que lo  consideren necesario. En estos tiempos tan convulsos  ningún lugar es seguro, sobre todo, para aquellas persona que son perseguidas por diversas razones, principalmente  las vinculadas al narcotráfico,  pues estas asociaciones de malhechores han dejado sentir su poder asesinando a presos dentro de  los mismos recintos carcelarios donde purgaban sus fechorías,  pese a  que las prisiones todavía están más protegidas que un hospital o clínica.