Cada vez que nuestro país sufre el paso de un fenómeno atmosférico sale más a flote la situación de miseria en la que viven la mayoría de los dominicanos.

Cada temporal, deja al descubierto la inmensa pobreza que maltrata  a un alto porcentaje de los habitantes de esta nación que de manera periódica se enfrentan a fenómenos naturales que llevan más desgracias a sus vidas ya profundamente marginadas. Al igual que otros fenómenos naturales, el huracán Sandy azotó  una gran parte de la población, a aquellos más vulnerables dejándolos desnudos de cuerpo y alma con el agua al cuello y sin sus escasas pertenencias

Las imágenes presentadas de los daños ocasionados por Sandy  conmueven y necesariamente se tornan reflexivas y meditativas en torno a la existencia miserables de la mayoría de los dominicanos quienes mal viven en casuchas destartaladas de peores condiciones que aquellos bohíos que siglos atrás servían de viviendas a los indios.

Sin embargo, esta hermosa isla de manera contradictoria, se vende y se exhibe al mundo a través de campañas publicitarias millonarias como todo un gran paraíso terrenal adornado con confortables y sofisticados hoteles y resorts construidos en lugares paradisiacos, una realidad ficticia,  pues desde que pasa cualquier tormenta, surge la furnia en que viven millones de dominicanos, más un millón de haitianos que residen aquí. Nuestro país es rico.

No hay necesidad de exhibir tanta pobreza, pero el asunto es que quienes han ostentado durante décadas el poder nunca trabajaron  para mejorar la situación de los más necesitados,  además, se percibe  pocas señales de responsabilidad, como por ejemplo, el permitir la construcción de viviendas cerca de ríos y cañadas a sabiendas de que este país regularmente corre el peligro de ser azotado por huracanes, tormentas y vaguadas. En todo el planeta  existen pobres, pero en cuanto a nosotros se podría bajar el índice  empleándose  de manera correcta los fondos económicos que perciben los gobiernos por varias  vías.