MADRID, España.- Tuve el privilegio de tratar al cantautor Facundo Cabral durante las visitas que realizó a la República Dominicana y puedo asegurar que ese gran artista fue un ser humano maravilloso, coherente con su filosofía de vida, con las letras de sus poemas convertidas en canciones de profundos sentimientos que hablan de realidades sociales sin caer en las demagogias de muchos de sus colegas contemporáneos, quienes a diferencia de Facundo se lucraban con temas y posturas sociales cargadas de protestas, puras fachadas para lograr fama y dinero.
Escritor, poeta, filósofo, uno de los mejores cantautores de habla hispana, nominado para el Nobel de la Paz, Facundo fue un hombre bueno, humilde, que nunca cambió su forma de pensar, de actuar, de relacionarse. Él mismo se definía como “un vagabundo de primera clase”. Su niñez, su familia marcada por el abandono paterno y la extrema pobreza, siempre le hacían recordar sus orígenes con un espíritu conciliador, elevado; nunca se permitió albergar resentimientos.
Facundo decía que muchas personas son comunistas hasta que se enriquecen; muchas mujeres feministas hasta que se casan, y ateos hasta que el avión en el que viajan comienza a caerse…
La demagogia es el arma que utilizan algunos seres humanos para externar ideas que realmente no sienten, y al correr de los años, con los bolsillos llenos, las palabras y las posturas son diferentes. Muchos comunistas con supuestos compromisos sociales, en el fondo, simplemente han sido personas resentidas por la marginación en la que han vivido, algunos amargados y hasta llenos de envidia hacia aquellos con posibilidades económicas. Claro está, las excepciones siempre han confirmado la regla.
He conocido a muchos llamados líderes comunistas, de izquierda, que hoy día son millonarios, burgueses (casi todos), y a los que no, a esos los mataron, y el sacrificio de sus vidas se convirtió en un legado póstumo que permitió a “los vivos” sentirse con derechos de abrirse camino a la abundancia. Han cobrado, o sacado altos beneficios a sus “ideales”.
Algo similar ha pasado con el líder español del partido Podemos, Pablo Iglesias. Su grupo es anticapitalista de tendencia izquierdista, pero ha caído en la trampa dejándose seducir por el oro y acaba de comprarse una mansión de lujo, un escándalo, más de medio millón de euros.
Sus palabras redentoras, su luchas reivindicativas, han muerto. Su careta solidaria ha caído mostrando su rostro falso.