Uno de los elementos esenciales que da vida a cualquier nación que esté regida por un sistema de gobierno democrático es el derecho que tienen sus ciudadanos de protestar por situaciones que se consideren negativas para la mayoría de la colectividad o una parte de ella.

Este poder, adquirido luego de años de luchas y pérdidas de vidas, deberá siempre ser usado de manera razonable; es un mecanismo de expresión popular saludable en cualquier democracia, pues es la forma ideal  para que se escuchen los reclamos de los pueblos ante situaciones indebidas que ocurran en su comunidad.

Las protestas tienden a generar en las gentes sentimientos de libertad de expresión, que indudablemente es todo un derecho que debe ser ejercido en absoluta paz.

Si la gente no protesta y siempre se queda callada cada vez que se le golpee con impuestos abusivos, corrupción, impunidad,  alzas en los servicios básicos,  delincuencia etcétera, entonces los gobernantes, los senadores, los diputados, los síndicos, empresarios… continuarán haciendo todo lo que les venga en gana que les reporte a ellos beneficios económicos, con la seguridad de que nadie se le opondrá.

Hace unos días escuché en la televisión a dos miembros del partido del gobierno,  que dialogaban acerca de la protesta del Parque Independencia. Uno le preguntaba al otro si él había visto a fulano o a mengano en esa manifestación, específicamente a Minou Tavárez Mirabal, el cuestionado le contestó que no. Eso me dio a entender que esa persona fue al mitin como infiltrado para ver quiénes estaban y quiénes no. Realmente, esa conversación me recordó los tiempos del foro público, del dictador Trujillo.

Muchos repiten como cotorras y, por intereses personales, que las protestas no sirven para nada, que luego todo continúa igual; en gran parte, es verdad, pero si al pueblo no le dejan expresar sus inquietudes, si le matan, si le acorralan, lo amordazan, de seguro que la libertad poco a poco morirá. Siempre digo que se debe tener cuidado y que la soga no debe halarse tanto a favor siempre de un sector, porque puede romperse después de mala manera.