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Los que pueden hablar

<STRONG>Detalles<BR></STRONG>Los que pueden hablar

Los comunicadores objetivos, aquellos que no están vinculados a ningún partido político, que no se han enriquecido con ningún gobierno en particular, son los únicos que tienen calidad moral para levantar su voz en protesta por cualquier situación difícil que afecte a la sociedad dominicana en general.

La credibilidad se gana

El pueblo no es tan tonto como muchos creen, y aquellos comunicadores que hablan por conveniencia propia, pues son abanderados de partidos políticos, no son creíbles. Simplemente, la gente los escucha, pero los tiene encasillados como mercenarios del periodismo.

Hay un pasaje bíblico que dice: ¨Por sus hechos los conoceréis¨. Asimismo, sucede con los comunicadores que actúan como políticos, y como tal,  la gente no confía en ellos ni en las opiniones que emiten.

Muchos de estos comunicadores se han enriquecido con los gobiernos en turno, con políticos, funcionarios etc., e incluso sus fortunas se asemejan a la de cualquier empresario opulento.

Las habilidades de estos comunicadores ¨corchos¨ son increíbles y se manejan con una destreza tal, que siempre ¨caen parados¨.

Son verdaderos catedráticos del chantaje.

Esto se torna peligroso cuando algunos osados se atreven a través de sus medios incitar al pueblo a la violencia en momentos duros, como los actuales, cuando cualquier fosforito puede encender un volcán.

Eso de que un comunicador llame a huelga, o que diga que en este país se va a producir una revolución, que la gente debe tirarse a la calles, es toda una insensatez, amén de que estas palabras corresponden más bien al vocabulario de un sindicalista.

Es cierto que la gente debe protestar  por sus derechos, situaciones que no son agradables como por ejemplo la falta de energía eléctrica, la subida de los precios de los alimentos, la corrupción, pero, todo de manera civilizada, no con la intención de armar ¨una revolución¨, pues ya en el 65 pasamos por una, y la experiencia fue muy dura para los dominicanos.

Tampoco, no es bueno incitar para que se produzca un golpe de estado, pues debemos recordar las consecuencias de tumbar a Juan Bosch.

Si un pueblo no está conforme con un gobierno determinado, simplemente debe hacer la dieta de agua y ajo, que es ¨aguantarse y joderse¨, hasta que vengan nuevas elecciones y los ciudadanos puedan emitir su voto por el candidato que piense que pueda ser ¨el mejor¨.

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