El alza de las tarifas de los centros educativos privados afecta principalmente a los colegios bilingües, los demás han sido aumentados, pero de manera menos traumática para los padres.
Después de todo, no es obligado tener a los hijos en exclusivos colegios bilingües. Se entiende que muchos padres inscriben a sus vástagos en ese tipo de centros educativos para que puedan aprender, principalmente el idioma inglés, de manera similar al español, pero a otros no sólo les motiva esto, sino más bien es por vanidad, para llenarse la boca diciendo: Mis hijos estudian en un colegio bilingüe.
Si es así, pues que paguen las altas tarifas que les exigen los intransigentes y prepotentes dueños o directivos de esos colegios, porque después de todo, el que quiere moños bonitos, que aguante jalones. En el país existen centenares de colegios privados no bilingües que imparten una educación escolar excelente, con tarifas de pago bastante asequibles para la clase media. Principalmente los dirigidos por monjas, como por ejemplo los colegios Serafín de Asís, Apostolado, Quisqueya y muchos otros más, en los que los aumentos casi no se han sentido. En esa tónica están funcionando de igual manera los colegios evangélicos, adventistas y otras denominaciones cristianas, donde el estudiantado tiene una buena instrucción escolar, moral, ética, disciplina etc.
Lo que sucede es que aquí a la gente le cuesta ser humilde, le encanta una pantalla, aparentar lo que no tiene. Apenas tienen los medios económicos para sobrevivir cotidianamente, pero insisten en tener cosas que solamente los acaudalados pueden tener. Esas personas no aceptan aterrizar en su verdadera realidad, no les interesa arroparse hasta donde su sábana le llegue, y hasta indirectamente les hacen mucho daño a sus hijos, porque los llevan a estudiar a lugares donde el ambiente que se respira es de riqueza, pues los estudiantes de padres ricos se les llena las bocas hablando de los lugares donde vacacionan, y de las compras de artículos caros y las nuevas adquisiciones de vehículos lujosos que han adquirido sus progenitores.
Este tipo de entorno es muy competitivo. Puede propiciar daños psicológicos, acomplejar a aquellos niños o adolescentes cuyos padres apenas son de clase media, que estudian en esos centros gracias a préstamos bancarios, no pueden competir con las tenencias materiales de sus compañeros. Conozco muchas personas que saben inglés y no han pasado por colegios bilingües.