Las pujas de los partidos mayoritarios para lograr alianzas con algunos minoritarios no es entendible, pues como dicen los dominicanos en tono de broma: por esos grupos solamente votan quienes los presiden y sus familiares.
Es cierto que algunas alianzas suman votos que en unas elecciones reñidas, donde los candidatos más o menos están parejos, pueden inclinar la balanza preferencial, dando el triunfo al partido con el que ha pactado. Pero resulta que los partidos con capacidad de definir contiendas electorales son pocos; los demás tienen como seguidores a tres gatos y un ratón, sin embargo, están bien cotizados en el mercado de compra y venta de partidos, perdón, de las alianzas.
¿Quién da más? , para aquellos que siempre están dispuestos a vender su alma al diablo, se podría calificar de trato envidiable, pues sus dirigentes obtienen buenas direcciones públicas, entre otras cosas, que les permiten vivir como verdaderos príncipes. Es por esto, que se matan por la presidencia de esos mini partidos, salvo algunos, cuyos fundadores son dueños absolutos, de por vida, de sus parcelas políticas y astutamente no disputan su jerarquía con nadie, dejándoles excelentes beneficios.
Las alianzas de partidos al mejor postor son algo indignante. En ocasiones son el claro ejemplo de la poca seriedad de sus dirigentes. Ponen de manifiesto aquel dicho tan popular acerca de que la política es sucia y quienes la ejercen apestan, pues mucho hacen y se dicen cosas aberrantes, producto de mentes maquiavélicas capaces de cualquier cosa, por que el fin justifica los medios.
Realmente, la mayoría no son de fiar. Se han labrado muy mala fama, sobre todo aquellos que llegan a ocupar importantes cargos públicos, pues casi siempre están vinculados a corrupción, y se sirven el dinero del pueblo con cuchara grande.