A diferencia de otras ocasiones, la propuesta de una nueva reforma fiscal ha levantado en la población dominicana una ola de rechazo de tal magnitud que preocupa al Gobierno, en especial al presidente Danilo Medina, quien entiende que las medidas fiscales, aunque peligrosamente impopulares, se tendrán que ejecutar luego de ser revisadas y discutidas por los diferentes sectores de nuestra sociedad y finalmente el Congreso .
No es para menos, cualquiera se preocuparía, pues las nuevas cargas impositivas no hay forma que la gente las acepte, pues se alega que el dinero que falta para llevar a cabo las promesas de Danilo, deben buscarse en los bolsillos de aquellos que lo tomaron de manera abusiva sin detenerse a pensar en el daño que le hacían a los ciudadanos de esta nación.
Los dominicanos están negados, aunque van a tener que aceptar, a pagar los millones que otros robaron, por más que se quieran limpiar, nadie aquí es tan tonto para no saber la verdad de una gran parte de lo ocurrido.
Poco antes de las elecciones pasadas se nos impuso un paquetazo de impuestos, dizque hasta destinar una parte para el 4 por ciento a educación. Se recibió un buen dinero de parte del famoso Fondo y la gente a regañadientes lo aceptó, no dijo nada, como mansas ovejas permanecieron junto al rebaño y a su pastor, sin imaginar que iban a un despeñadero.
Ahora, el pueblo indignado pide que rueden las cabezas de quienes se sospecha que son los verdaderos causantes de la gran crisis económica que atraviesa el país. Quizás no se resuelva nada, pero a lo mejor, si los culpables devolvieran el dinero hurtado al Estado, la sociedad se lo agradecería mucho y hasta los perdonaría.
En cuanto al presidente Danilo Medina, debe entender que para cumplir sus promesas electorales, las que particularmente pienso que son buenas intenciones, él tiene que ser valiente, no temer a enfrentamientos algunos, si no lo hace, entonces, que no cumpla ninguna promesa, que vaya a Higüey, a la Basílica y le pida a la Virgen de la Altagracia que le dispense lo prometido, total que nadie las cumple, o no tiene que ir tan lejos, que se lo solicite a Agripino o al Cardenal, quienes lo comprenderán y le apoyarán siempre y cuando se evite un estallido social.