El reconocimiento de Palestina como Estado observador ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, ha tenido una repercusión internacional importante. Gran parte de la población mundial se ha manifestado totalmente de acuerdo con la resolución a favor de ese sufrido pueblo. Es muy posible que este dictamen, que le ha caído como jarra de agua fría a la alta jerarquía política y de otras índoles de Israel, les obligue a pensar seriamente en el visible deterioro no sólo de su diplomacia, sino también de la imagen de su nación y su gente.
Todo llega a un fin, aunque gran parte de la prensa internacional, los medios de comunicación están en las manos de los judíos, por lo que siempre se han servido con la cuchara grande en cuanto a opinión pública, la gente no quiere ya más mentiras, abusos, y cada quien saca sus propias conclusiones. No se puede continuar con el lavado de cerebro internacional, de que los palestinos son terroristas, lo que da derecho a matar a su gente, a atropellarlos como perros realengos.
Es cierto que entre ellos hay personas que han cometido hechos aborrecibles en nombre de su lucha por obtener su propio Estado o recuperar sus tierras, como también maltrato, humillaciones y exilio a otras tierras donde durante años viven hacinados en campamentos, pero no se pueden medir a todos con la misma vara, pues no es así y es un error generalizar. En distintas épocas, también los judíos han llevado a cabo actos de terrorismo contra los palestinos, siendo los más vulnerables los niños y las mujeres. En principio con la finalidad de crear el Estado de Israel, más tarde para conservarlo y luego extenderlo a costa de los palestinos, con la diferencia que los judíos son ricos y poderosos. Israel es una de las grandes potencias, en cuanto a armas sofisticadas se refiere.
Es bueno señalar que una buena parte de los judíos de Israel anhelan la paz con sus vecinos palestinos, que son también sus parientes lejanos, pero una cosa es el sentir de un pueblo, y otro los intereses aglutinados en un gran poder de los de arriba, que impide que se lleve a cabo un verdadero proceso de paz.