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Un año complicado

<STRONG>Detalles<BR></STRONG>Un año complicado

Tal y como muchos pronosticaron, el 2011 se ha convertido en un año complicado en el cual los problemas económicos y de otra índole, como el terremoto y posterior tsunami en Japón, se han profundizado de tal forma que países poderosos del llamado “primer mundo” temen ser arrastrados a este torbellino de situaciones incontrolables de consecuencias desastrosas.

Las revoluciones de Tunes, Egipto y Libia, con eminentes proyecciones a otros países del Medio Oriente donde las monarquías y regímenes dictatoriales, sangrientos y corruptos que oprimen esos pueblos tienen en vilo  a los países occidentales por cuestiones de diferentes índoles como el  petróleo y el terror a que  los islámicos fundamentalistas se apoderen de esos territorios árabes convulsionando la zona e, incluso convertirse en un eminente peligro para la sobrevivencia de Israel.

Naturalmente, nuestro país  tampoco se libra de la crisis globalizada económica y, las ráfagas de vientos fuertes se perciben por doquier como parte de ingredientes similares al Medio Oriente como la corrupción, impunidad, narcotráfico, lavado de dinero, delincuencia, y otros elementos particulares como la muy visible, permisiva y, por ahora, pacífica invasión haitiana, amén de la presencia en territorio dominicanos de mafiosos internacionales.

Con este panorama de situaciones preocupantes, más el aumento del costo de la vida,  los dominicanos se sienten  molestos, hastiados y comienzan a manifestarse públicamente, pues la gente común  siente  en carne propia la subida de los precios de los alimentos que componen la canasta familiar, medicinas,  gasolina, servicios básicos como la recogida de basura, cuya facturación subió el doble, en una pequeña nación donde el desempleo es alto y una gran cantidad de personas perciben salarios de tres y cinco mil pesos al mes.

Realmente la tendencia de alzas es poco prudente, pues se torna desafiante para aquellos que nada tienen que perder frente a situaciones enojosas como la actual, que agota la paciencia de la gente.

Urge  que las autoridades dominicanas pongan en marcha  un programa de austeridad que adopte  medidas enérgicas, honestas y justicieras.

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