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Una realidad similar

<STRONG>Detalles<BR></STRONG>Una realidad similar

Los países árabes situados en el Medio Oriente gobernados por férreas dictaduras que les han sumergido en un tercermundismo lleno de ignorancia y  extrema pobreza, muestran una realidad similar a la vivida durante décadas en  países que conforman la América Latina, cuyas naciones también han sufrido regímenes autocráticos  financiados y apoyados directa o indirectamente por el Gran Imperio y sus aliados.

Aunque el establecimiento y mantenimiento del  despotismo en Medio Oriente tiene causas diferentes a América Latina, todas las dictaduras han tenido como finalidad el mantenimiento de sistemas  políticos y económicos que favorecen a las influyentes y poderosas naciones occidentales beneficiadas a costa de esos sistemas represivos y corruptos que han gobernado con mano dura.  En el caso de los países árabes, el ingrediente particular reside en que  Estados Unidos y sus aliados, entre otras cosas, tienen el gran temor de que el Medio Oriente pueda caer en manos de dirigentes  islamistas fanáticos que les altere el actual orden establecido en esa zona, mientras, que en América Latina, el argumento adicional fue que el comunismo o socialismo no se apoderara de las naciones de este territorio, amén  del control de ambas regiones traducido en un amplio abanico de supremacías, entre ellas, el monopolio económico y la protección de sus intereses.

Medio Oriente representa uno de los lugares más peligrosos del mundo. Toda una amenaza  al estado de Israel, que más bien es una especie de  base norteamericana en esa región.  Por esto, las naciones poderosas observan preocupadas los acontecimientos históricos en Egipto y, como la situación se les ha escapado  de las manos, con posibilidades eminentes de repercusiones a niveles mundiales, pues una gran parte de la humanidad se cansó de recibir constantemente malos tratos, ausencia de libertad, hambre, miseria, humillaciones, como es el caso de los árabes, a quienes también se les generaliza como terroristas, provocando a nivel mundial un desprecio hacia a ellos de manera premeditada e injusta.    

A  Mubarak le protegieron por 30 años, pero, al ver la firme y valiente oposición que derrocó a ese dictador corrupto, no les ha quedado más remedio de colocarse de manera hipócrita y astuta del lado del pueblo egipcio que, a su vez, no puede cantar victoria muy fuerte, porque algo debe estar tramándose para tenderles nuevamente una trampa con el rostro falso de “la libertad y la democracia”.

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