Brasil. Antonio Palocci fue uno de los ministros más influyentes de los expresidentes brasileños Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff, pero con ambos debió dimitir por sospechas de corrupción que hoy, a la tercera, le han llevado a la cárcel.
Diez años después de su primera renuncia y cinco años después de la segunda, Palocci fue detenido en Sao Paulo por la Policía Federal, sospechoso de haber mediado contratos amañados entre empresas privadas y la estatal Petrobras, centro del mayor escándalo de corrupción que se recuerde en Brasil.
En 2011, cuando dejó el cargo de ministro de la Presidencia en el Gobierno de Rousseff, Palocci ya estaba acorralado por sospechas de enriquecimiento ilícito, fundamentadas en su propia declaración de patrimonio, multiplicado por veinte entre 2006 y 2010.
Ese período fue justamente el del ostracismo político de este médico de 56 años, que comenzó su vida militante en el trotskismo y suavizó con los años sus posiciones hasta abrazar e imponer con fuerza la ortodoxia liberal que caracterizó al Gobierno de Lula, de quien fue ministro de Hacienda entre 2003 y 2006.
Palocci era considerado uno de los “hombres fuertes” de ese Gobierno de Lula, sobre todo desde la caída del poderoso ministro de la Presidencia José Dirceu, abatido por supuestos sobornos pagados a parlamentarios por el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) y hoy preso y condenado a prisión también por el caso Petrobras.
El médico que había “sacado a la economía brasileña de la terapia intensiva”, como solía repetir Lula a los cuatro vientos, capituló en marzo de 2006 ante una gravísima crisis de corrupción.
Fue un escándalo con ribetes sexuales destapado por el vigilante de una mansión de Brasilia, que lo acusó de participar en fiestas que supuestamente organizaban dirigentes del PT con prostitutas y empresarios que hacían negocios con el Gobierno de Lula.
Su fama de administrador responsable, elogiada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros organismos, se desdibujó con las denuncias de bacanales con empresarios y también con acusaciones de corrupción en los tiempos en que era alcalde de la ciudad de Ribeirao Preto, en el interior de Sao Paulo.
Palocci negó cada acusación, pero su imagen acabó destrozada cuando se denunció que se había valido de su cargo de ministro para investigar en forma ilegal las cuentas bancarias del humilde casero que dijo haberle visto en las fiestas de la mansión de Brasilia.
Abatido y con serios problemas familiares le presentó su renuncia a Lula, quien lo sustituyó en Hacienda por Guido Mantega, detenido también la semana pasada por su presunta implicación en los fraudes en Petrobras, aunque liberado temporalmente por el delicado estado de salud de su esposa.
En 2006, ya sin trabajo como ministro, Palocci fundó la empresa Projeto, con la que se dedicó a funciones de consultoría en finanzas e inversiones, al mismo tiempo que ejercía como parlamentario.
Con esa firma amasó una fortuna calculada en 12 millones de dólares en cuestión de doce meses, lo que levantó serias sospechas y lo llevó en 2011 a dimitir otra vez al Gobierno, al que había vuelto como ministro de la Presidencia de Dilma Rousseff.