Sin afanes, distintos, los días que quedan de esta semana son una pizarra en blanco en la que podemos escribir lo que deseemos. Con la agenda en pausa tenemos la oportunidad perfecta para detenernos a pensar, más allá del gozo y el coro por venir, en nosotros mismos.

Pocos momentos son tan propicios para la introspección. La reflexión, esa a la que nos llama la Iglesia católica que nos regala unos días para el solaz, debe llegar vestida de oportunidad. ¿Por qué no aprovechamos para hacer un análisis de las cosas que nos pueden ayudar a ser más felices?

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¿Estás conforme con tu vida? ¿Quieres cambiar de trabajo? ¿Debes tener esa charla incómoda con tu pareja? ¿Y si planificas qué pasos darás para alcanzar la libertad financiera? Quizás es momento de visitar a esa persona que no ves desde hace años… algún pendiente has de tener, ¡hazlo!

Hoy piensa en ti. Imagínate en cinco o diez años. ¿Dónde te ves? ¿Faltan peldaños por subir para alcanzar ese lugar? ¿Estás con la persona correcta que te dará la mano para poder subir? Respondiendo con sinceridad, comenzarás a ver si hay algo que urge para ponerte en la senda de eso que quieres. A veces para cambiar de vida solo necesitamos sincerarnos y, claro, atrevernos. Nuestro “yo del futuro” lo sabe: cuando actuamos, llega la recompensa.