Deterioro en Nicaragua

Deterioro en Nicaragua

El conflicto con protestas en las calles que son reprimidas en Nicaragua con saldo hasta el momento de 350 muertos a manos de policías y bandas oficialistas mueve a una enfática reprobación al régimen encabezado por el comandante Daniel Ortega que de ser considerado antítesis de la dictadura derechista de los Somoza, derrocada con heroicidad, incurre ahora en intolerancia autocrática. Los rasgos antidemocráticos del sandinismo afloraban desde antes con irrespetos a la convivencia democrática que pasaron a atropellos mayores. Un concierto de naciones de América, del que forma parte República Dominicana, censura con firmeza los regresivos actos de Gobierno que abaten a la tierra de Rubén Darío y Violeta Chamorro.
Había ocurrido antes con Venezuela: un Gobierno con retórica de socialismo moderno y que se pregona como revolucionario ha estado destrozando a su nación en lo político, social y económico, desencadenando un mayúsculo éxodo sin excepción de clases al tiempo que agrede los cimientos de las instituciones democráticas. Sectores de la izquierda latinoamericana cometen el error histórico, que seguramente pesará en el futuro de las luchas sociales, de respaldar los desafueros de nuevo cuño que se cometen en nombre de concepciones doctrinarias aunque está muy claro que tales métodos chocan con los ideales de justicia social con libertad llamados a predominar en el siglo 21 ya en marcha.

Ya es hora de corregir rumbo

Llevar a mayor nivel la Seguridad Social es meta obligada. Su armazón debe crecer en prestaciones y fortalecerse en eficacia. Un propósito en el que deben concentrarse todos los actores. Pesan allí intereses diversos: médicos, clínicas, proveedores de tecnologías y las administradoras con sus poderosos patrocinadores; y como eje de todos, el Estado comprometido a regir y a ser la legítima representación de los afiliados que dan razón de ser y financian al imprescindible sistema de protección.
El ministro de Salud Pública llamó con buen sentido y acogida a un diálogo que conjugue voluntades para dilucidar las fallas, insuficiencias e inequidades que se manifiestan contra quienes prestan servicios y más que nada sobre quienes los reciben. El estallido de rebeldía contra las ARS obliga a revisar a fondo las reglas de juego.

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