Motivada por los esfuerzos que se han venido haciendo en la Educación en los últimos tiempos, una madre decidió sacar de un colegio a su hija de catorce años e inscribirla en una escuela pública.
La joven empezó a manifestar un comportamiento un poco extraño. Se mostraba inquieta cuando llegaba la hora de partir a las clases y cuando regresaba era como si estuviera bajo una opresión grande.
Le confesó a su madre que se sentía aterrada con las cosas que escuchaba y veía en el recinto. Era un escenario donde se ponía a prueba la formación y la costumbre aprendida en su casa y en el ambiente de la iglesia.
En principio se pensó que era un asunto normal al que ella debía adaptarse.
Pero ante el cuadro emocional, la madre decidió averiguar a fondo qué sucedía en realidad.
Le confesó que era presionada para tener sexo. Alguien estaba tratando de convencerla de irse a un motel bajo el argumento de que nada ocurriría porque “dentro de la mochila había un condón para eso”.
Pero los oficiales de la escuela en lugar de asumir responsabilidad se limitaron a decirle a esta madre que era una realidad contra la que ellos pocas cosas podían hacer.
La única alternativa a mano fue sacar a la joven, tratarla y regresarla a un lugar donde estuviera más segura.
Esta es la indicación de cómo paso a paso la sociedad dominicana se ha ido deteriorando en diferentes áreas.
Los valores y los principios éticos y morales ruedan ya en muchas partes y no parece haber un muro de contención capaz de poner un alto.
Los embarazos a destiempo, la violencia, los robos, los vicios y la rebeldía juvenil son pruebas de esta triste realidad.