Detrás de la motocicleta

Detrás de la motocicleta

La relación de los conductores con los agentes de la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) es una de amores y rencores. Como en todo grupo humano, en esa institución prevalece una amalgama de caracteres. Los hay psicorígidos y racionales. Existen los negligentes y los diligentes. Y para que de todo exista en la viña del Señor, presentes están los maluquitos y los bondadosos. A los unos y a los otros, a todos, a la institución, tiene la ciudadanía que respaldar en el intento de ordenar la locura de los motociclistas.

AMET tiene que discriminar, sostenemos. No puede ni debe llevar hasta la exasperación a un motociclista que es hombre de trabajo porque se haya dado la orden de “detener a los motociclistas”. Este hombre que presenta una acreditación de su trabajo y que porta documentos probatorios de su oficio, merece consideración. El otro, aquél que marcha en chancletas, sin casco, sin placa, es un bergante y será tratado como tal. Ese tal debe ser investigado exhaustivamente. Porque no seamos condescendientes en extremo: detrás de muchos conductores de este automotor hay un ratero. Es lamentable afirmarlo, pero esa es la realidad.

AMET no está para detener ladrones sino para organizar el tráfico urbano. Las lenidades han permitido que al sistema penetre todo tipo de gente. Así como se encuentran presentes entre las entidades, públicas o privadas, de igual modo se muestran en toda la colectividad. Porque esos agentes, como los de la Policía Nacional, surgen del pueblo y constituyen individualidades de ese pueblo. De manera que, como hemos dicho, entre ellos están los permisivos y se encuentran los estrictos.

Unos y otros, empero, tienen que actuar fundados en la legislación de tránsito y en las reglamentaciones y resoluciones administrativas y locales asumidas. Y aunque no estén para perseguir ladrones, como resultado de sus actividades, se topetarán con ocupantes de motocicletas robadas. A éstos detendrán, independientemente del objeto propio de la tarea que salen a cumplir en las calles.

Por eso se impone que la ciudadanía respalde a los agentes de AMET, aunque también se les reclame que actúen con sensatez, prudencia y ponderación. Ahora que esa organización ha emprendido el proceso de ordenamiento, no debe permitirse que las protestas obliguen al triunfo de la anarquía. Al griterío inicial ha sucedido una calma chicha. Escribo porque en cuestión fundamental como lo es el ordenamiento del tránsito vehicular no caben los acomodamientos.

La rectitud sin abusos es el procedimiento recomendable en el manejo de los motociclistas y de todos los otros conductores que anarquizamos el tránsito vehicular.

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