Detrás de las huelgas

Detrás de las huelgas

Retrotraje la memoria. “Anteriormente he leído esto” me dije, en tanto me pasaba la mano por la frente. Por un instante me sentí confuso. “Anteriormente he leído esto”. Y en efecto, lo hemos visto en la prensa nacional, una y otra vez. Cada vez que las comunidades levantan su voz para reclamar atención de los gobiernos, los gobiernos contemplan manos opositoras entre esas voces. Están presentes esas manos, por supuesto. Porque la obra opositora se nutre de los descontentos populares.

Más que entre las fuerzas políticas de oposición, empero, los propulsores de las protestas populares se encuentran en los gobiernos. Son los gobiernos incumplidores los que impulsan las protestas. Y es que, en años recientes, se ha retornado al remoto pasado de la República, a días durante los cuales los ingresos públicos eran propios de Concho Primo. Hay diferencias, claro está. Concho Primo vestía chamarra de kaki con bandolera de cuero llena de tiros. Por estos años viste de saco y corbata.

Para saber que es el mismito Concho Primo basta cotejar tres retratos de la Nación. Observemos antes que nada las artes manuales de acopio de los tesoros del procomún. Ayer y hoy son las mismas artes, unas grotescas y otras de prestidigitador. Son las mismas, sin embargo. Concho Primo largó ayer las descargas de sus mosquetes y cargó con el botín en las alforjas del caballo rocín. Con más finura se cuentan hoy las monedas en la tesorería y mediante ardides presupuestarios pasan a las faltriqueras de Concho Primo.

El uso personal de los tesoros del procomún es otro de los retratos identificatorios. Pasemos revista al ayer. De lo que ingresó a las arcas públicas nada se transfirió al pueblo como servicio u obra de bien común. Miremos lo que ocurre hoy. Para levantar cuatro patas a una mesa hemos de recurrir a dineros ajenos. O los presta un gobierno amigo o los facilita la banca privada o multilateral. Pero si los ingresos no vienen por tales caminos, nada se hace para bien del pueblo. Salvo por supuesto que hoy como ayer se entregue como concesión a un inversionista que cumple la tarea que debió cargar sobre sus hombros el gobierno.

La inscripción civil en el presupuesto es un rasgo típico de Concho Primo ayer u hoy. Concho Primo jamás inscribió a ninguno de sus hijos en la oficialía del registro civil. Bastaba que la mujer anunciase que la criatura había nacido para que Concho Primo la inscribiese en el presupuesto. Concho Primo sigue haciendo lo mismo. Basta revisar el listado de la burocracia pública. Al echar ese vistazo sobre la nómina infinita, nos daremos cuenta que Concho Primo, con saco y corbata hoy, es el mismo Concho Primo de bandolera de ayer.

Debido a tales circunstancias es imposible hacer letrinas con ingresos corrientes consignados en el Presupuesto de Ingresos y Ley de Gastos Públicos. Y por esta causa, las comunidades protestan. Entonces, ¿quién enciende las protestas? Se hace evidente que las huelgas las propician los gobiernos seducidos por los procedimientos de Concho Primo.

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