Deuda social acumulada

Deuda social acumulada

Hace poco tiempo que comprendo algunas cosas de seguridad social. Mi ignorancia de algunos términos solamente me permitía interpretar que todo lo relativo a bienestar de la ciudadanía podía esquematizarse en la frase anglosajona “social security” que se materializaba a través de una tarjetita que daban en los Estados Unidos, sinónimo de comida, techo, vestimenta, salud y diversiones; todo equivalente a “felicidad”. Tremendo disparate, en mi mente, con algo falso, aquí y allá.

Un profesor colombiano que pudimos escuchar, auténtico “experto” en seguridad social (en su país este proceso tiene varias décadas y la “experiencia” acumulada es que genera “expertos”), nos decía que un verdadero sistema de seguridad social debe impedir que un ciudadano llegue a perder su dentadura por falta de profilaxis; que un diabético o un hipertenso mueran por las complicaciones prevenibles de estas enfermedades; que los pies de un campesino se deformen por no disponer de calzado adecuado o que madres y bebés mueran por no llegar oportunamente a servicios materno-infantiles.

La risa tragicómica vergonzosa de un ciudadano desdentado, o los pies deformes de un hombre de campo; el hemipléjico que arrastra la mitad de su cuerpo porque la presión arterial elevada le dañó un área cerebral o el diabético que pierde la visión por niveles de azúcar mal controlados, representan deuda social acumulada que un sistema efectivo de seguridad social debe evitar. Pero, para su eficiencia, el sistema necesita recursos, en especial económicos y el dispendio de fondos en actividades no prioritarias, como la parafernalia electoral repetitiva, es una forma de crimen contra la sociedad que no se combate como se debe, porque no se castiga como su gravedad requiere.

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