Deudas con las 11 mil vírgenes

Deudas con las 11 mil vírgenes

Creí que únicamente Enrique Jardiel Poncela entre la gente prominente y una caterva como yo, podíamos deberle a las once mil vírgenes. ¡Cuán equivocado estaba! Acabo de enterarme que también el Gobierno Dominicano está negociando con ellas. Le debemos a toda la banca multilateral, a no pocos gobiernos amigos y a la banca comercial. Y las Este diario publicó hace poco que buscamos veinte millones de dólares para construir el pedazo de carretera de Casabito a Constanza. ¡Menos mal que es por un casabito! ¡Porque si intentamos endeudarnos por todo el cazabe, menudo lío dejaríamos a nuestros hijos! En las páginas de este mismo diario también nos dieron la noticia de que el sector público busca recursos prestados… ¡para cubrir sus gastos administrativos!

De concretarse una negociación con ese objetivo estaríamos retornando al siglo XIX. En tal época, los gobiernos asaltados por la turbamulta de Concho Primo buscaban recursos para pagar los gastos operativos. Canonjías y prebendas, los cuatro gatos que trabajaban para el sistema público central y local y, sobre todo, los corruptos, se chupaban los ingresos del tesoro. Como tales ingresos no alcanzaban para satisfacer la sed por el oro público, comenzamos a buscarlo afuera.

Esa codicia, por cierto, determinó la muerte de Ulises Francisco Espaillat. Como saben todos, él estaba tranquilo en su farmacia de Santiago de los Caballeros. Gregorio Luperón comenzó a jucharlo para encabezase el Poder Ejecutivo. En principio, el malogrado repúblico y patriota rechazó la sugestiva oferta. Luperón lo sedujo señalándole que con él se iniciaría nueva época, a partir de la cual los recursos públicos únicamente se aplicarían a auténticos gastos públicos. Luperón, sin embargo, tenía una carta bajo la manga que se permitió esconder entonces de Espaillat.

Elegido por la mayor cantidad de votos emitidos hasta entonces, trece mil y pico de electores, Espaillat duró menos de tres meses como Presidente de la República. Habiéndole pasado Luperón unos recibos por gastos en los que incurrió para llevarlo al poder, Espaillat le recordó cuanto le había escrito. Luperón auspició un levantamiento iniciado en Puerto Plata, y cuando Espaillat le requirió apoyo, ripostó señalándole que carecía de recursos para sostener el gobierno. Espaillat se asiló en la legación francesa en Santo Domingo. A poco fallecía víctima de la infición del virus nacional de la inmoralidad.

La ocupación de 1916 la debe la República al desorden político y económico de esos tiempos. Porque de tanto ir al cántaro de los prestamistas rompimos la olla.

Ahora que ya casi estamos por tomarle préstamos a las once mil vírgenes, tal vez debemos recordar la historia. Porque se dice que los pueblos que repiten sus errores son aquellos que olvidan su historia.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas