Deudas y desarrollo

Deudas y desarrollo

¿Puede un gobierno endeudarse al extremo de comprometer una alta proporción de sus ingresos corrientes? Los actuales funcionarios del sector público responden afirmativamente. No todos exponen el mismo punto de vista, sobre todo si las obligaciones deudoras lindan la tercera parte de los ingresos. La sección económica de este diario reunió a tres economistas que se sienten contrariados por el endeudamiento público. Empero, Apolinar Veloz, Luis Vargas y Edwin Cross discurrieron sobre el tema sin advertir que de allá para acá les vendría una andanada

¿Quién tiene la razón? Para los gustos fueron hechos los colores afirma añoso refrán. En materia de administración de recursos, públicos o privados, sin embargo, no hay medias tintas ni carta de colores. Se administra bien o se administra mal. Cuando se conoce el destino de fondos del erario es previsible la catalogación. Se torna innecesario dirimir quién y de qué lado está quien asume una consideración apropiada.

Los gobiernos se conciben para administrar cuanto reciben del procomún. Los pueblos pagan impuestos a cambio de servicios destinados a elevar la calidad de vida de las gentes. Durante siglos se atendió en forma prioritaria a la defensa del territorio y al sostenimiento de los mandatarios. Fue propio de esta concepción que se deviniese en el boato de las cortes. Más tarde evolucionaron gentes e ideas y se entendió que el destino propio de los gravámenes era el bien común. Desde entonces los gobiernos pueden dividirse en dos bandos.

A un lado se encuentran aquellos que han entendido cómo buscar el bien común y al otro los que dilapidan el aporte impositivo de las gentes. Aquellos logran que el crecimiento económico se difunda y se vuelva desarrollo. Éstos tal vez presenten tasas de crecimiento económico, mas no les es dable propiciar desarrollo. Es percibible la diferencia. Quienes impulsan crecimiento y desarrollo auspician inversiones destinadas a satisfacer necesidades básicas y a elevar el nivel de la calidad de vida. Las otras formas de administración se contentan con alcanzar, para grupos políticos o sociales determinados, altos niveles de bienestar.

Entre aquellos predominan normas de control del gasto, pues los induce la prudencia. Entre éstos, como son presas de percepciones equívocas de la gestión pública, es posible contemplar déficits presupuestarios que son resueltos mediante inusuales mecanismos de financiamiento. La preferida, por hallarse a la mano, es el endeudamiento. Cuando ese endeudamiento compromete una alta proporción de lo que el ciudadano paga como tributo, es hora de revisar las políticas de gasto.

En ese instante no se precisa discutir quién tiene la razón, si los defensores o los detractores de un elevado endeudamiento público. En ese momento la intuición debe decirnos por dónde marcha la Nación.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas