Devaluaciones

Devaluaciones

El enfrentamiento a tiros en que resultaron muertos cuatro regidores de Piedra Blanca, Bonao, y heridos otros dos dirigentes políticos y el síndico de Sonador, en la misma provincia, pone en evidencia cuán devaluado está nuestro estilo de ejercicio político.

Ese hecho nos pone a la vista un retrato lamentable de lo degradada que puede estar la institucionalidad de un país, si quienes deben sustentarla por la fuerza de las ideas y los principios solo atinan a dar riendas sueltas de la bravuconería y la violencia.

Una asamblea en la que dialéctica y confrontación de ideas debieron determinar el resultado de la elección del bufete directivo del ayuntamiento de Piedra Blanca, degeneró en una balacera que nos indica que muchos de nuestros políticos carecen de las dotes necesarias para manifestar civilizadamente sus disquisiciones.

El hecho nos da una muestra temible y preocupante del estilo que podría predominar en las pujas por alcanzar la hegemonía y modificar la actual correlación de fuerzas en el Congreso Nacional y los gobiernos municipales, cambios que deberán verificarse en las elecciones del 16 de mayo del año próximo.

–II–

No hay necesidad de adentrarse en las motivaciones de los sucesos de Piedra Blanca para llegar a una conclusión lamentable. El hecho de que los regidores acudieran con sus armas a una asamblea eleccionaria revela, por sí mismo, una proclividad a la violencia, a dirimir con el lenguaje de las balas cualquier diferencia con el contrincante.

Nuestros partidos políticos han educado muy poco a sus militantes, y sobre todos a quienes, por méritos supuestos o reales, han sido calificados para alcanzar posiciones electivas.

El estilo de «hacer» política ha involucionado de manera desconcertante, hasta el grado de aniquilar el debate y suplantarlo con el insulto y las vías de hecho, como nos demuestran los incidentes de Piedra Blanca, Bonao.

–III–

El estilo bestial de «hacer» política tiene, no sólo el luto por sucesos como los de Piedra Blanca, sino además otras secuelas terribles para la sociedad.

Si el ejercicio del debate político se ha devaluado de la manera que nos muestran estos hechos, no menos desagradable es la degradación en que ha caído el ejercicio de la función pública escalada por elección.

Alguna vez, un regidor fue un ciudadano adornado por méritos que le hicieron merecedor de la confianza pública y que era capaz de ejercer su función sin colocar de por medio ambiciones materiales o pecuniarias. Hoy, salvo honrosas excepciones, que sí las hay, predomina en esta posición el cazador de viáticos y dietas, que generalmente no retribuye a la sociedad con acciones para el bien común. Los sucesos de Bonao así lo demuestran, porque nos enseñan cuán devaluado está el ejercicio político y cuánto ha mellado ese estilo la solemnidad de los cargos electivos.

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