Deyecciones al aire

Deyecciones al aire

FRANCINI PLACENCIA
Patrick Süskind, afamado autor alemán, expresa en la novela “La paloma” que no hay nada más humillante, nada más degradante y triste que hacer las necesidades fisiológicas en la calle, ante los ojos de todo el mundo. Puede que el escritor haya fantaseado al describir las penurias existenciales de uno de sus personajes, pero en nuestro país, donde el drama adquiere dimensiones colectivas, la realidad supera toda ficción.

De acuerdo con la recién publicada Encuesta Demográfica y de Salud 2007, el cuatro por ciento de los hogares no posee servicios sanitarios. Esto quiere decir, sacando la cifra de la fría relatividad de los porcentajes y considerando que cada hogar está conformado, en promedio, por cuatro miembros, que más de cuatrocientos mil dominicanos tienen que acudir a un monte, un matorral o a un solar baldío para depositar sus deyecciones. La situación es crítica en Barahona y Elías Piña. En esas provincias, dos de las más pobres de la nación, el déficit alcanza el 18 y 15 por ciento de los hogares, respectivamente.

Si importantes son las consecuencias que para la salud de las personas y del ambiente tiene la carencia de un lugar adecuado para disponer de las excretas, no lo son menos las lesiones a la dignidad humana que sufren quienes deben exponer, por obligación y no por gusto, su desnudez al aire, en un ciclo que se repite cada día, dos veces al día, o más, si la perístasis, ese cronométrico movimiento intestinal que nos mantiene vivos, se altera.

Me pregunto si nuestros gobernantes, los de ayer y los de hoy, acostumbrados a sus perfumadas y confortables “toilettes”, pueden imaginar lo que significa que el proceso iniciado en el otro extremo de la anatomía finalice a la intemperie por falta de un refugio seguro que salvaguarde la privacidad de la acción. Probablemente no.

Si lo hicieran, si pudieran sentir en carne propia la abyección de tener que defecar a campo abierto, no vacilarían en incluir en las estrategias de combate a la pobreza la construcción de las letrinas y los inodoros necesarios para honrar la vida de sus semejantes.

El problema no es nuevo; sin embargo, solucionarlo ahora quitaría del calzado social de República Dominicana una de las incómodas piedrecitas que nos impiden avanzar por el camino del desarrollo y la modernidad.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas