El Día Mundial de la Creatividad y la Innovación, por disposición de la Asamblea General de las Naciones Unidas se celebra desde 2017 cada 21 de abril.
Si hiciéramos una nube de palabras asociadas a creatividad seguramente encontremos conceptos como inventiva, ingenio, imaginación y creación. Y si buscáramos online imágenes asociadas a este concepto encontraremos muchas llenas de color, diversión y gente trabajando en equipo.
Para recordar el Día Mundial de la Creatividad y la Innovación, que por disposición de la Asamblea General de las Naciones Unidas se celebra desde 2017 cada 21 de abril, estas son algunas de las razones por la que ambas son tan importantes en las organizaciones actuales.
A diferencia de la innovación, que consiste en hacer algo diferente y es más comúnmente considerada como algo tangible, la creatividad aún sigue siendo percibida como ‘humo’. Esto lleva a muchos líderes tradicionales a creer que la creatividad tiene que ver sólo con el clima de la organización, con generar espacios para que la gente se exprese (y luego vuelva a sus tareas) o, aquellos con algo más de visión, la consideran como un elemento que debe ser explorado como proyecto (con inicio y fin) para generar ideas diferentes sobre algún tema puntual. Pero, especialmente en el actual mundo digital en donde el conocimiento está al alcance de todos, la tecnología es cada vez más accesible y donde los diferenciales se esfuman en poco tiempo, la creatividad debe ser tratada como activo que refuerza el rendimiento de los equipos, y contribuye a la rentabilidad y a la sostenibilidad futura de un negocio.
No se trata sólo de personas creativas, que pueden motivarse, desmotivarse o tal vez se vayan y se lleven consigo esa habilidad. No se trata sólo de un proceso creativo, que puede gestionarse siempre y cuando la organización así lo defina y que dependerá de quien lo lidere y cómo se gestione cada etapa de este. No se trata sólo de una cultura, que puede estimularse con acciones y reconocimientos para mantener la llama creativa viva. No se trata sólo de eso, sino de considerar a la creatividad como un activo, algo que genera valor actual y futuro, que puede transformar el negocio para aprovechar oportunidades, para defenderse de amenazas o para redefinirse.
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Fomentar la creatividad crea un ambiente de colaboración y de resolución de problemas que permite a un equipo participar en el resultado. Y, justamente, es esta resolución colectiva de problemas la que no sólo aumenta el rendimiento de los equipos sino también aumenta la satisfacción en el lugar de trabajo, abre la mente de las personas a nuevos horizontes, les da a los colaboradores un nuevo sentido de propósito, generando valor y orgullo al saber que lo que hacen marca la diferencia, y hace una organización sea más atractiva para los mejores talentos.
Todo esto le da a la creatividad la característica de ‘activo’, aunque no es algo que se pueda tocar, almacenar o imputar contablemente como tal y, además, es un activo inestable ya que es soportado por una cadena de neuronas y corazones humanos cuya volatilidad y sensibilidad depende de cómo se comportan los líderes, las culturas organizacionales y el entorno.
La creatividad es el paso previo a la innovación, y no solo se trata de crear cosas nuevas. Estimular esta capacidad también es útil para encontrar nuevas formas de hacer que los procesos y los flujos de trabajo sean más eficientes, identificar y aplicar nueva tecnología para eliminar cuellos de botella y reducir la cantidad de tareas manuales tediosas, etc.
Hacer esto implica deshacerse de la ya obsoleta mentalidad de que la creatividad no es parte de un trabajo o industria. Con los cambios cada vez más veloces y con el surgimiento de nuevos competidores que se atreven a patear el tablero de cualquier sector, no fomentar la creatividad es una decisión que nos lleva, un poco antes o un poco después, a desaparecer.
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Cómo fomentar la creatividad
Un buen primer paso es crear un espacio que fomente el compromiso entre pares y el intercambio de ideas. Esto no implica reconfigurar una oficina ni desarrollar actividades al aire libre, sino disponer de lugares (físicos o virtuales) y tiempos para que las personas puedan reunirse y discutir problemas, identificar oportunidades o intercambiar sobre experiencias (propias y de otros sectores) que hayan conocido.
Crear un lugar donde las ideas puedan ser recibidas, organizadas y tratadas conforme a determinados criterios, permite mostrarles a los colaboradores que son parte de un equipo más grande y que sus ideas, sin importar lo sólidas y extravagantes que sean, pueden impactar positivamente a todos.
Una idea que alguien genera es un regalo que está entregando, y todo regalo debe ser bienvenido, agradecido y reconocido para que el proceso no se trunque. No se trata de dinero ni de premios, simplemente de destacar a quienes hacen la diferencia con su aporte ya que toda idea, por más simple que parezca, implicó que alguien tuvo que hacer un esfuerzo para identificar un problema u oportunidad y, eventualmente, vencer el temor de exponerla a las críticas. Por esto, ¡cuidado!: ‘matar una idea’ es matar el proceso que alguien hizo, la iniciativa de la persona, impactar en sus emociones y compromiso y, como consecuencia, afecta a la cultura.
Así como existen infinidad de herramientas para estimular la generación de ideas, existen varios modelos para gestionar el proceso creativo. Todo depende de los gustos, conveniencias y grado de madurez de las organizaciones, aunque de forma simple, un proceso debería siempre contemplar:
Proceso
—Encontrar un problema que necesita ser resuelto. Pensemos en qué podría estar esperando “en secreto” nuestro cliente, es decir, una necesidad o interés que aún no ha manifestado como un requerimiento.
—Definir correctamente el problema. Esto incluye pensar si el problema que estamos identificando existe también en otro lugar o sector y tendría sentido que lo solucione allí también, o si en otro sector se ha resuelto un problema similar. Esto amplía nuestra capacidad de generar ideas y de combinar soluciones existentes para generar nuevas versiones mejoradas.
—Elegir una actividad de lluvia de ideas para despertar la creatividad. Pensemos no sólo en la situación de contexto inmediato sino en la versión ampliada del negocio, es decir, si estamos buscando ideas para una empresa que vende celulares vayamos a versiones ampliadas de comunicación en la nube, lo que abre nuestra mente a nuevas ideas.
—Reunir material relevante y trabajar con él, considerando diferentes soluciones y enfoques que puede tomar para resolver el problema. Una idea puede generar sus variantes o puede sumar a otras para generar nuevas y más potentes soluciones.
—Discutir las ideas con compañeros de equipo (que puede estar también conformado por clientes, proveedores o personas ajenas a la organización) para medir su viabilidad técnica, económica o de timming. Recordemos que implementar ideas que aseguren un resultado rápido, aunque no sean las mejores, retroalimenta al equipo con confianza a la vez que valida el proceso en la organización.
—Antes de implementar, alejarse del problema antes de volver a él. Este salir del problema y tener una visión ampliada y sistémica nos permite incorporar actores o factores externos que pueden ayudar o limitar la puesta en marcha de una idea.
—Comenzar a implementar la idea. Ya estamos en proceso de innovación, lo que implica que debemos seleccionar las personas adecuadas para esta etapa. No siempre los más creativos son los mejores implementadores, y viceversa.
—Registrar los aprendizajes. Medir y registrar datos cuantitativos y cualitativos, éxitos y errores, permitirán crear una bitácora del proceso creativo en la organización para evitar cometer los mismos errores, comprender las causas de los mismos, acelerar los próximos procesos y saber cuándo descartar, poner en pausa o lanzar futuras iniciativas. Incluso las ideas descartadas en un primer momento deben acompañarse con las razones ya que, en un futuro, el contexto podrá cambiar y convertirlas en viables.
Se afirma que en la economía del conocimiento el dato es el nuevo oro, lo que me recuerda que durante la fiebre del oro muchas de las personas que invirtieron su tiempo, salud y dinero para ir en busca del preciado metal, no consiguieron siquiera recuperar lo que habían invertido; aunque los que vendían palas, picos y carretillas fueron los que mejor resultado obtuvieron. Algo similar ocurre en el actual mundo cambiante, digital y veloz: las personas y organizaciones que consideren y desarrollen la creatividad como activo serán las que mejor preparadas estén para capitalizar las innumerables oportunidades, a veces disfrazadas de amenazas, que el futuro seguramente les traiga.