Esta celebración internacional, establecida por la ONU en el 1945, nos encuentra en una situación de vergüenza por un agravio oficial contra una dama que por su reconocida trayectoria pública debiera ser objeto de respeto no solo de las autoridades, sino de la sociedad en general.
Me refiero al incidente protagonizado por el Procurador General de la República contra la magistrada Miriam Germán Brito en la sesión del Consejo Nacional de la Magistratura cuyo reglamento fue violentado para agraviar a la jueza de la Suprema Corte de Justicia.
Este incidente pudo evitarse si alguien de esta alta corte hubiera advertido que los cuestionamientos del Procurador estaban fuera de orden porque se basaban, principalmente, en dos supuestas cartas anónimas lo que viola el artículo 26 del reglamento 1-19 de la institución.
Pero nadie impidió la inconducta de un funcionario que lució empecinado en descalificar y humillar a una dama que con gallardía defendió su honor en un escenario donde solo la diputada Josefa Castillo y el senador José Ignacio Paliza, del PRM, salieron en su defensa.
La engorrosa situación escenificada frente al presidente de la República, Danilo Medina, quien condecoró a la magistrada el año pasado en esta fecha, nos da una idea de cómo anda la institucionalización de un país donde sostener posiciones dignas e independientes puede conllevar acciones tan burdas como la comentada.
Esta agresión y otras muchas que se dan en nuestra sociedad contra la mujer, como las reseñadas por Rosario Espinal en su artículo del pasado miércoles en este diario, nos dicen que las felicitaciones oficiales a nuestras mujeres, en su día, no pasan de ser poses demagógicas-electoreras.