Conforme a la concepción que siempre he sostenido, el día de las madres no es un día especial del año, sino todos los días del año durante toda la vida, aún después de que quien nos concibió abandone el plano terrenal para emigrar a otra dimensión ignota, pero jamás emigrar de nuestra conciencia ni por un instante, nunca.
El domingo último se conmemoró el Día de las Madres, y la devoción a la madre, reitero, es vocación de conciencia constante, todos los días en la vida de un ser humano mentalmente sano.
En gran manera cuando somos adultos nos comportamos conforme percibimos en nuestra niñez el entorno del hogar, el comportamiento de nuestros padres entre sí y hacia los hijos, y muchos de esos parámetros conforman nuestra conducta y conducen nuestro accionar para con nosotros mismos y con la sociedad.
Hijos resentidos y traumatizados mentales los hay por variedad de circunstancias que interactuaron en su niñez, abandonados por su padre o su madre, con padres que sustituyeron a su madre por madrastras o madres por padrastros, y no conciben nivelar esos pasadizos sombríos que se solidifican en graves desvíos conductuales, no se aceptan a sí mismos y devienen en frustrados, holgazanes y parásitos de sus madres, padres y peor, de la sociedad.
Madres y padres sacrifican uniones de parejas con el imposible propósito de intentar superar los traumas de hijos-as pusilánimes que rechazan enfrentar la vida y formalizar un hogar, traumatizados por complejos de inferioridad que, empero, no fue el caso del presidente Baroco Obama.
He conocido a tres individuos que no quieren a sus madres, entendiendo que quien no quiere a sus madres y se olvida de ella, Jehová inexorablemente procede igual con ellos.