Día del Libro: ¿Leer y escribir es terapéutico?

Día del Libro: ¿Leer y escribir es terapéutico?

Hoy 23 de abril se celebra el Día Mundial del Libro, por lo cual en muchos países se realizan ferias para motivar que las personas se sumerjan en este maravillo mundo de la lectura. A continuación algunas cosas por la que debes reflexionar:

Escribir como terapia, leer como curación

Isabel Cañelles no tiene dudas sobre el valor cuasi medicinal de escribir y leer. “Cuando escribimos damos vueltas a cuestiones internas como nuestros conflictos o nuestros fantasmas…Nos transformamos, entramos en nuestro mundo interior, se abre el nivel psicológico. Sentimos plenitud y gozo”.
“Si escribimos bien, alineando cuerpo, corazón y mente, generamos un cosmos donde podemos llegar a resolver conflictos a través de los personajes. Esto también le pasa al lector”, argumenta.

Le pido a Isabel, que me ponga algún ejemplo, como lectora, de libros que han influido en ella de forma terapéutica, y se atreve con dos ejemplos.

“Tío Vania”, de Chejov. Un libro donde todos los personajes muestran, en mayor o menor media, hastio, tedio, un profundo desengaño de los caminos que han transitado para llegar al punto en el que se encuentran sus vidas, nada satisfactorio.

“He tomado grandes decisiones tras la lectura de libros -comenta- como en el caso de “Tío Vania”; me identifiqué tanto con el personaje, que vi que si seguía la misma vida, me pasaría lo que a él. Y me sirvió de revulsivo para cambiar . Y fue muy terapéutico tomar esa decisión”.

Su segundo ejemplo pasa por el portugués Fernando Pessoa. “Le leí de adolescente; es un autor con múltiples personalidades artísticas, heterónimos. A mi me sirvió para entenderme como persona múltiple; yo me sentía con muchas personas dentro, incluso opuestas, y descubrir que alguien se puede desarrollar en su multiplicidad sin estar loco me resultó muy útil”, expone.

“Hay libros que pueden ser mejor que algunos fármacos”, resume.

¿Te has parado a pensar qué puedes aprender de tus hijos?

Volvemos al segundo taller: padres e hijos. “Ninguneamos mucho a los niños desde nuestra responsabilidad, nuestra autoridad y nuestros conocimientos paternos, y no solemos reconocer la riqueza que tienen dentro”, plantea la profesora, quien lanzará preguntas a los padres delante de sus hijos, para ponerles un poco “entre la espada y la pared”.

“Todos llevamos un niño dentro, pero lo tratamos fatal. Lo tenemos relegado, no le hacemos caso, si grita lo castigamos, no admitimos que se sienta desvalido”, considera.
Y pone el acento en la frescura de los niños, su inocencia, su visión de las cosas por primera vez, su ilusión, sus preguntas limpias… frente al mundo adulto y paternal mecanizado y automatizado, donde todo se da por supuesto, con miles de justificaciones, con tanta ideología y abundancia de filosofía.

“Y entonces llegan ellos y te lo desbaratan de un plumazo porque lo ven todo por primera vez y ponen en duda tus creencias y te hacen reflexionar sobre tus mentiras. Un poco a lo Mafalda”, añade.

Le pregunto a Isabel si lo que propone es un pacto o una alianza entre padres e hijos, y ella responde con una idea más bonita que mi planteamiento casi de consenso político.

“Un puente”, me corrige; “un puente entre padres e hijos; este es el objetivo, tender ese puente. Empoderar al niño, como se dice tanto ahora, donde su punto de vista sea válido y se tenga en cuenta. No digo que los niños tengan el poder, pero si que estemos atentos a su forma de vivir el mundo, sin aplastarla”, y claro, la literatura, tanto la escritura como la lectura, también contribuye a ello.