La Pachamama, Gea, Gaía, o simplemente, la Tierra, es el planeta del Sistema Solar en el que se dieron condiciones de habitabilidad. Según los estudios científicos, su formación ocurrió hace unos cuatro mil millones de años y tomó cerca de mil millones de años más, el surgimiento de las primeras formas de vida.
Es posible que escribir sobre el proceso evolutivo seguido por la Tierra y las teorías discutidas al respecto, hasta la actualidad, implique estudiar miles de páginas, quizá, millones. Pero, ese no es el objetivo. Lo importante es que hoy es el Día Mundial de este precioso planeta, hábitat de seres humanos, animales y plantas.
Promovido por el ya fenecido senador norteamericano del Estado de Wisconsin, Gaylord Anton Nelson (1916-2005), el Día Mundial de la Tierra, fue celebrado por primera vez en 1970, en Estados Unidos, con una manifestación multitudinaria que obligó a la creación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés).
Dos años después, en la Conferencia de Estocolmo, los gobiernos del mundo dialogaron, por primera vez, sobre la situación del medio ambiente.
Hoy, a 42 años, aunque la Tierra permanece sedienta y los problemas ambientales se han profundizado fruto del desarrollo, es un día de esperanza porque muchas personas reflexionan en relación a la realidad global y hasta deciden asumir el discurso de la preservación del Planeta con su accionar.
Gente que clasifica la basura, siembra árboles, cuida los animales y las flores, utiliza bolsas reusables, prefiere no tener equipos de aire acondicionado y busca alternativas energéticas amigables, contribuye a la fe en que las cosas cambien por el bienestar colectivo de presentes y futuras generaciones. Vitales son, también, quienes se interesan por las aguas, compran solo lo necesario y se manifiestan cuando hay algún ecosistema en peligro.
Esos que se preocupan por la Madre Tierra, sin ufanarse, son los que hacen honor a la vida. Es posible que los esfuerzos de ciudadanos comunes no tengan el impacto prometido por las políticas de los Estados. Sin embargo, por algo se debe comenzar.
Tarde o temprano los gobiernos tendrán que ponerse de acuerdo para asumir sin dualidades el cuidado del Planeta y, especialmente, corregir la sobrepoblación, mitigar la contaminación y frenar la pérdida de biodiversidad.