A tono con la realidad global que muestra procesos de alteración del clima por contaminación del ambiente y deforestación, República Dominica tiene que llevar a cabo sus propias diligencias para la protección del recurso agua, con cuya abundancia no se podría contar mucho para el futuro, pues tiende a reducirse por la disminución de los caudales; por pérdida acelerada de vegetación con daños a cauces y cuencas. Hay que hacer un alto en el camino. Los crecimientos de la población y de la actividad económica no deben seguir causando perjuicios graves a los recursos naturales. E incluso debería el país concentrarse en aplicar políticas para restaurar parte de lo que ha perdido forestalmente.
Oh ironía! Casi un tercio de la población dominicana, asentada en la provincia de Santo Domingo y el Distrito Nacional, constituye una de las fracciones del Planeta que más desperdicia el agua por usos ineficientes y dispendiosos de gente sin cultura del ahorro, fragilidad de redes y pésimo mantenimiento. Se cuenta con un sistema de abastecimiento que alcanzaría para una población doble de la actual pero que en la práctica parece insuficiente. En este Día Mundial del Agua, mucho hay que deplorar que los sucesivos gobiernos no aplicaran a plenitud las medidas técnicas, y de persuación y educación que redujeran el desperdicio de un recurso vital.
Que el Estado sea para todos
República Dominicana es considerada uno de los países más expuestos a la inestabilidad social (ver informe de Economist Intelligence Unit) y en los que las protestas populares podrían alcanzar niveles trastornadores para la economía por efecto de la crisis financiera que por todo el mundo repercute. Algunos observadores pensarían que los temores del grupo británico que analiza factores son exagerados. No obstante, en este país salta a la vista una acumulación de realizaciones pendientes, que justifican las demandas pacíficas.
Provoca desazón la falta de obras regionales como carreteras, escuelas, acueductos, puentes, drenajes, muros, dispensarios, ambulancias, rellenos sanitarios y de mejores servicios de recogida de basura, infraestructuras para fomentar el empleo y efectivos servicios policiales y judiciales. El retraso en atender demandas de las colectividades puede servir de pretexto para quienes aspiren a pescar en mar revuelto.