Día mundial sin auto: Las ventajas y los compromisos ineludibles

Día mundial sin auto: Las ventajas y los compromisos ineludibles

Un día en el que el auto se puede quedar en casa y todos pueden intentar aprender y apreciar la diferencia de moverse en medios alternativos

Si bien nació como una necesidad de visibilizar un problema de abastecimiento de combustible, el “Día Mundial sin auto” se ha ido adaptando con el paso del tiempo a nuevas circunstancias, y particularmente en la última década, a la más fuerte de sus razones de ser: la necesaria descarbonización del planeta.

El movimiento nació en 1974, tras la Guerra de Yom Kipur. La falta de combustible en Europa primero y en EEUU después, como consecuencia del bloqueo de petróleo proveniente del Canal de Suez, generó que, en ciertos ámbitos, se intentara suplantar el petróleo con otras formas de movilidad.

Pero recién 20 años más tarde se decidió instaurar un día en especial, y ese fue el 22 de septiembre de cada año a partir de 1998, como día final de la Semana Internacional de la Movilidad Sustentable. 

Los precursores fueron los gobiernos de tres ciudades europeas, Reikiavik en Islandia, La Rochelle en Francia y Bath en el Reino Unido, que fue el primer país en implementarlo a nivel nacional.

En nuestro continente y en Latinoamérica en particular, las ciudades colombianas de Medellín y Bogotá, son las que más enérgicamente lo celebran, prohibiendo la circulación de autos particulares ese día en el centro de las ciudades.

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Las grandes ciudades tienen sistemas de bicicletas compartidas como un modo de incentivar el uso de la movilidad individual.
¿Qué podemos aprender el Día Mundial sin Auto en una ciudad?

Con el advenimiento de la movilidad sustentable, los autos eléctricos y otras formas de movilidad ecológica, se han abierto una gran cantidad de miradas alrededor de los automóviles convencionales. Algunas son algo obvias, pero otras han sorprendido a muchos cuando por primera vez las observaron en detalle.

Lo primero que hay que decir es que los autos en general, ya sean propulsados por motores térmicos o eléctricos, están construidos con aceros, plásticos, aluminio, goma, telas, cables y vidrios. Ninguna de esos materiales es naturalmente ecológico ni es materia virgen pura.

La llegada de la economía circular y la gran variedad de procesos de reciclado de materiales sintéticos, han permitido que muchas compañías elaboren partes de los automóviles que fabrican con desechos reciclados, aunque la mayor parte de los componentes, son nuevos y se elaboran con procesos industriales que contaminan el medio ambiente.

La energía eléctrica de las fábricas es uno de los puntos en los que se ha hecho un gran trabajo de transformación, y muchas plantas hoy se alimentan de electricidad proveniente de fuentes renovables como parques eólicos o solares.

La segunda reflexión que se puede hacer al pensar en movernos en auto o sin él, es que más allá del tamaño y peso exacto de cada caso, en general, trasladar una persona, que en promedio podría pesar 80 kg, en una masa de acero mecánica que pesa en promedio 1.500 kg es casi un despropósito. 

El costo de mover ese vehículo, el costo de comprarlo, el costo de mantenerlo, no parecen tener sentido para que sea el transporte de una persona.

En el mejor de los casos de cuatro, pero siempre es un peso abismalmente desproporcionado con su consiguiente huella de carbono tanto por moverse como por existir.

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El aprovechamiento de los residuos es uno de los modos de descarbonizar la fabricación industrial. En el mundo del auto, es uno de los temas de mayor relevancia.
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Entonces se puede llegar a otros puntos como el estrés y las pérdidas de tiempo en el tránsito urbano, las dificultades y costos de estacionamiento, y eventualmente, el contratiempo de multas o incidentes viales, aunque sean de los más leves, donde no hay personas lesionadas sino solo chapa abollada.

En contraposición, moverse en transporte público o en transporte personal individual como la bicicleta, no solo alivian esas pesadas cargas, sino que también son más económicas en el primer caso y más saludables en el segundo.

Pero una movilidad sustentable requiere compromiso también. Viajar en transporte público implica respetar a los otros usuarios y cuidar la infraestructura. Y viajar en bicicleta debe ser una responsabilidad mayor aún, porque se comparte la vía pública con peatones y automovilistas.

Respetar las normas de tránsito y el sentido de circulación, es fundamental para que ese ecosistema sea cada vez mejor y genere resultados positivos en todos los aspectos, no solo en el ambiental.