Día Nacional del Artesano

Día Nacional del Artesano

El domingo 11 del mes que discurre, se celebra en el país el “Día Nacional del Artesano”, el cual fue instituido por iniciativa de la senadora Cristina Lizardo.  Aunque este debería ser un día de regocijo, la mayoría de los artesanos se sienten frustrados porque la institución que pertenecen, la Secretaría de Estado de Cultura, muy poco ha hecho para que estos abnegados creadores de finas joyas, esculturas y los más diversos productos de materiales, sigan exponiendo al mundo el valor artístico de su ingenio.

Innovadores en un mundo en el cual es necesario desplegar toda la imaginación creadora que se encuentra innata dentro del ser humano, no han logrado hasta ahora que ese genio engendrado sea reconocido por la universalidad de los dominicanos.  Si bien es cierto, que algunos, como los Hermanos Brito, de Moca, han ganado un premio bajo el patrocinio de la UNESCO y que los santeros de palo de Bonao hayan alcanzado connotación nacional con sus geniales interpretaciones de santos que han merecido grandes elogios de la crítica de arte, no sólo nacional sino también internacional, los artesanos no han podido descollar en nuestro país, como lo han hecho los nacionales de otros pueblos, como por sólo citar un ejemplo: los haitianos.

En el pasado, hubo una industria artesanal que desbordó todas las expectativas del éxito.  Nos referimos a Limé en Santiago.  Sin embargo, los elevados precios de sus figuras sin rostro elaboradas en fino barro tipo porcelana, acompañado del alto costo de producción y la imitación de varias fábricas especialmente de la región de Higüerito, Moca, hicieron que la misma languideciera, hasta su desaparición total.  Nosotros hemos visto en el extranjero finas piezas de Limé que nos imaginamos que los turistas que la adquirieron debieron llevarlas consigo en el mismo asiento del avión, por la fragilidad de las mismas.

Sin lugar a dudas, cuando se quiere una imitación casi perfecta de los cemies, búhos, figuras de búhos y rostros de nuestros aborígenes, no hay escultores mejores ni más calificados que los Hermanos Guillén en Yamasá.  Ahora bien, si se trata de gallos, cotorras, flamencos, patos y otras aves criollas, los más destacados por mucho, son los Hermanos Puello de Cambita, San Cristóbal.  Para ollas, majadores, burenes, etc., los Coca en la Cucama, Distrito Nacional, son insuperables.

Los artesanos, desde los inicios de los años 80, han luchado denodadamente para que sus gremios sean reconocidos por las autoridades relacionadas con sus actividades; sin embargo, estos esfuerzos se han estrellado contra la indiferencia que las mismas han mostrado sobre la materia.  Cabe citar el caso del arquitecto Fernando Ottenwalder, el cual se especializó en la construcción de casitas tradicionales dominicanas a las cuales les puso música de merengue de los mejores intérpretes.  No obstante el éxito alcanzado, al dispararse el costo de producción, y afrontar los costos económicos del mismo, tuvo que abandonar  esta ilusión de juventud. 

Un caso aparte y que merece nuestra admiración lo constituye el orfebre Jorge Caridad.  Sin alcurnia y sin patrimonio heredado o propio, a base de luchar a brazo partido, ha construido y mantiene abiertos los Museos Mundo de Ámbar y el  de Larimar, ambos en la Ciudad Colonial.  Asimismo, con una pequeña ayuda gubernamental, ha creado una Fundación para el Desarrollo de la Artesanía, en la cual se imparten cursos de orfebrería, “papier maché”, pintura, manualidades y otras actividades conexas.

 Actualmente,  los artesanos atraviesan por una precaria situación, que si no reciben pronto una sustancial ayuda del organismo gubernamental de que dependen, se corre el riesgo de que desaparezcan pura y simplemente, perdiéndose de paso empleos especializados y la inspiración creadora extraordinaria de nuestros joyeros artesanales tradicionales y lo más esencial, que los turistas se lleven un recuerdo imperecedero de nuestra Patria.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas