Diagnóstico de la civilización

Diagnóstico de la civilización

DIÓMEDES MERCEDES
En todo el Siglo XX y lo que va del XXI, entre otras cosas, los humanos hemos alcanzado una excepcional multiplicación poblacional, la mayor producción de riquezas  y el más amplio dominio de la naturaleza.

Contamos con creaciones artísticas-culturales, científicas, tecnológicas y urbanísticas que superan el inventario de cuanto nuestros antepasados lograron en la zaga  de nuestra civilización. Prometedoramente cada adelanto actual es plataforma de nuevos conocimientos, infinitas creaciones y mayor poder.

Paradójicamente, contrario a lo que pudiéramos presuponer, estas conquistas no nos han aportado el nivel equivalente de crecimiento espiritual, de inteligencia social (colectiva) y de paz con los que las características humanas de la especie se preserven y vigoricen e igual se expandan.

Las proyecciones luminosas de los dones y privilegios que desde el Renacimiento alegraban y motivaban la fe en nuestro porvenir profesada por nuestros antiguos, se han desvanecido.  Nos deshumanizamos en proporción al poder que conquistamos.  El poder y la bestialidad se amarran entre si. El sentido de vivir se ha trastornado. Hemos olvidado la razón y la voluntad de ser, esclavizándonos servilmente al poder como extensión -cada cual- de su violencia, imponiéndole a los demás sus cadenas.

Mutaciones intangibles nos afectan. Entre los instintos, el de supervivencia se hace absoluto y único. La moral ha muerto y justificamos el hecho en la necesidad de la competitividad. Desde aquí en adelante nos regimos por el código del reino animal superándolo en agresividad intestina inter-específica y crueldad disoluta y ciega.

Impulsados por nuestros egoísmos herméticos no existe en nuestras mentes espacio para la piedad, el amor, o la solidaridad.  La alegría ha muerto también, queda su caricatura, el placer, que con el poder compramos sin involucramientos sentimentales o emocionales ni responsabilidades.

En síntesis para desempeñarnos en el mundo real, la sensibilidad resulta ser una debilidad letal que el instinto de conservación rechaza como un estorbo a la capacidad de agresión o violencia defensiva necesaria para el éxito en la competitividad.

En la fisiología el ejercicio crea el órgano y la ausencia de este lo atrofia. Eso nos explica y también explica las paranoias provenientes de la descompensación de nuestras sociedades, su asfixie creadas por ausencia del oxígeno vital.  Un vacío existencial tremendo carga a las generaciones  presentes de la civilización.

A pesar de todo lo que nos ofrece la “civilización”, ella no es estimulante. El hombre o mujer actual padece de aburrimiento, síndrome de algo peor, estamos cansados de nosotros mismos. Hemos aceptado entrar en la competencia a sabiendas de que en esta contienda el último y más grande campeón, entre honores innobles, también ha de morir.

Nuestra “civilización” y sus éxitos brillantes, no son un canto a la vida, al éxito de la humanidad y a su calidad de vida. ¡No!, es un himno y un rito al éxito de la muerte, cuya filosofía tiene expresión material y emblemática en el terrorismo, a la religión del Homus des-animado, in-sensibilizado, des-humanizado, presente en las políticas globalizadoras y neoliberales seudo integradoras, en la pobreza mundial, en Bush, Rumsfeld, Bin Laden, los armamentismos, los ataques ecológicos, las guerras preventivas, las torturas, las mentiras políticas, el abuso del poder, en las migraciones, etc. Matices de un estilo humano civilizador y cultural, sin sentido.

¿Cuál es nuestra inteligencia social?  ¿Cuál nuestra ciencia?  ¿Cuáles nuestros conocimientos? “Dame un punto de apoyo y moveré el mundo”.

La inmoderación, la inseguridad, la injusticia y el descreimiento, son las cuatro turbinas apocalípticas propulsoras de la anomia. Universal. Sabiéndolo procede revertir sus impulsos y reorientarlos hacia la libertad, para rescatar las facultades perdidas y unirlas a nuestros éxitos y potencialidades para dirigirnos felices a poblar  toda la galaxia con nuestros descendientes.

Pero antes iniciemos la plataforma de esa aventura pensando en que aquí, lo que ocurra en la naturaleza o a otra persona, igual está ocurriendo en mi, y que nuestro planeta no tiene por qué ser un lugar triste.

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