Diagnóstico que demanda receta

Diagnóstico que demanda receta

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en unas estimaciones provisionales, define a la República Dominicana, Haití y Nicaragua como los tres países de América Latina que durante este año podrían incrementar sus índices de desnutrición. Este mismo organismo, en mediciones anteriores, estima en un 29% la proporción de la población dominicana afectada por deficiencia nutricional. Se trata de  diagnósticos que parecerían contradecir la bonanza relativa de nuestra economía, que ha exhibido por mucho tiempo índices sorprendentes de crecimiento sostenido.

Sin duda -y esto lo han admitido las autoridades- hay poca relación entre el desempeño de la economía y el crecimiento humano. La transferencia de la bonanza, si la hay, no la percibe la población en términos de mejoría de la calidad de vida a través de la satisfacción de las necesidades vitales, como es la nutrición adecuada. El acceso a los bienes de consumo vital continúa afectado por la inequidad de las políticas sociales y la brecha alimentaría continúa siendo demasiado amplia entre las capas polares de la sociedad. Con este informe de la FAO y estudios locales relacionados con la pobreza se tiene a mano un diagnóstico que debería estimular un esfuerzo sostenido para elaborar un programa de corte social con énfasis en la reducción de tanta  inequidad.

Un diálogo que no sea de sordos

De nuevo se habla de un diálogo de las “fuerzas vivas” para hacerle frente a los desafíos. Ha sido el Presidente Leonel Fernández quien lo ha propuesto, y ante la propuesta ya hay reacciones de diversos matices. Ciertamente el país necesita de un esfuerzo unificado de los distintos sectores para asumir de modo común la responsabilidad de trazarle un camino promisorio al país que es de todos.

Las distintas ediciones del “diálogo nacional” han derivado amargas experiencias. Los “consensos”  solo han existido en la retórica y al final solo se valida la voluntad de quien ostenta el poder. Los diálogos y consultas para modificar la Constitución son el ejemplo más elocuente de esta práctica. Ante los desafíos inmediatos y por venir, la bitácora que necesita el país para trazar rumbos y metas obliga a unificar y complementar criterios con un sentido realmente patriótico. Que se entable el diálogo y que los sordos queden afuera.

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