Diagnóstico y pronóstico social dominicano

Diagnóstico y pronóstico social dominicano

La República Dominicana está gravemente enferma. Negarlo no solo empeora el pronóstico, sino que además dificulta el inicio urgente del tratamiento. Los signos y síntomas que muestra la nación son suficientes para que se recomiende su inmediato internamiento en la unidad de cuidados intensivos. A la patria que forjaran Juan Pablo Duarte y los trinitarios se le ha detectado un cáncer con lesiones metastásicas en órganos nobles. Hace tiempo se hablaba del continuo deterioro de la salud dominicana, pero los responsables de velar por la salud y el bienestar republicano se empecinaban en decir que todo andaba bien y acorde con los parámetros utilizados, pese a evidencias en su contra. Veamos unas cuantas de las señales ignoradas: mientras llovían las denuncias de asaltos y robos en las calles de nuestras principales ciudades, los responsables de la seguridad ciudadana se empecinaban en hacernos creer que se trataba de una falacia, al punto que uno de los ministros irónicamente decía que la población tenía “un error de percepción”. Haciendo acopio de gestiones gubernativas pretéritas seguimos aumentando la deuda pública bajo el triste argumento de que aún no hemos alcanzado el límite de endeudamiento. Se ha vuelto tradición anunciar con bombos y platillos la inauguración de nuevos centros de asistencia sanitaria, al tiempo que agonizan los existentes, muchos de los cuales hace años que están sometidos a un tedioso, largo y doloroso proceso de reparación.
La venta y consumo de drogas por parte de nuestra juventud, se amplía y desarrolla a gran velocidad, sin que se vislumbre una desaceleración en la marcha de este terrible flagelo. La violencia es una respuesta natural a la enorme desigualdad social que padecemos. A la escasez de empleos dignos y adecuadamente remunerados respondemos con dádivas y selectivos favores de carácter populista. Hablamos de una agenda de desarrollo, pero ella es solo para consumo de los grupos burocráticos insertados en el aparato estatal. El divorcio entre el sentir ciudadano y la denominada opinión pública mediática es cada vez más notorio. Aquí vale la pena repetir el antiguo estribillo de que el papel aguanta todo, a lo que ahora hemos de agregar la pantalla y las redes sociales. La lluvia de desinformación es tan copiosa que ha terminado por inundar las mentes, a tal punto que uno ya no sabe en qué creer. Somos un país relativamente joven en comparación con otras naciones, aún no hemos cumplido dos siglos, ello implica menos de ocho generaciones de vida republicana. Sin embargo, ya lucimos cansados, gastados, ancianos y caquécticos.
La corrupción es hoy el cáncer sintomático mayor que tiene en vilo la estabilidad gubernamental. Las complicaciones que de él se derivan, las infecciones y la anemia por sangrado, ameritan de un cuerpo médico multidisciplinario presente las 24 horas en la sala de cuidados intensivos. Ahora más que nunca se requiere de una coordinación seria, responsable y capaz, que aúne los esfuerzos, a fin de sacar con vida, en esta peligrosa encrucijada a nuestra idolatrada nación. Volvamos al enfermo y sigamos los consejos del patricio fundador: “Por desesperada que sea la causa de mi patria, siempre será la causa del honor y siempre estaré dispuesto a honrar su enseña con mi sangre”.
¡Urgente!: se solicitan donantes de sangre patriota y restauradora, así como de la rápida intervención de cirujanos que corten esta mortal hemorragia.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas